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No creo que jamás haya estado tan asustada como lo estoy en este momento

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No creo que jamás haya estado tan asustada como lo estoy en este momento. Mi cuerpo entero suplica que escape y huya tan lejos como pueda de lo que espera por mi detrás de la puerta del apartamento, pero estoy tan preocupada por esa niña y me siento tan responsable por cualquier cosa que pueda pasarle que jamás me perdonaría el haberla dejado a su suerte, así que, cuando al fin llegamos, tengo que tomar una enorme bocanada de aire antes de decidirme a abrirme paso hacia el interior.

Para mi sorpresa, de todas las personas que esperaba encontrar al otro lado; encuentro a mi mejor amigo deshecho en el sillón individual de la sala con un moretón enorme en el ojo derecho y sangre fresca en sus muy hinchados labios.

-Levy -chillo al tiempo que la puerta se azota detrás de mí.

Al girarme encuentro a un hombre alto, calvo y con cuerpo tan ancho y musculoso que consigue darme a entender de inmediato que fue él quien se atrevió a lastimar a mi amigo.

-Bienvenida de vuelta, Madison. Te estábamos esperando -sonríe y luego me señala el camino a otro de los sofás.

-¿Dónde está Alison? -me cruzo de brazos cuando un arranque de adrenalina se apodera de mi cuerpo, pero a pesar de mi seriedad, el hombre se ríe antes de pasar un brazo sobre los hombros de Dylan que se encoje de inmediato.

-¿Quieres ayudarme con tu novia, chico lindo? -dice dándole unas palmaditas en la mejilla-. ¿O prefieres que lo haga yo, eh?

-¡Madison! -los chicos me advierten al unísono.

-No soy...

-Madison -Levy me interrumpe y cuando lo miro me lanza una intensa mirada de advertencia que me hace tragar saliva-. Cállate y siéntate, por favor -suplica y su insistencia me leva finalmente a obedecer.

-Bien hecho, preciosa -reconoce el hombre sentando a Dylan a mi lado.

-¿Dónde está...?

-Está de camino a San Francisco donde se encargarán de eliminar de su sangre toda la azúcar que le dejaste consumir los últimos días. Muchas gracias...-el doctor Hoffman responde a mi inconclusa pregunta saliendo de la habitación vistiendo una bata blanca que consigue ponerme los nervios de punta.

-Si la lastimas...

-Ay, por favor ahórranos el drama Madison. Ya tuve suficiente con la niña -me interrumpe frotándose las sienes y luego se sienta en un banco que desentona por completo con el resto del lugar-. Mejor aprovechemos este tiempo para explicarle a tus amiguitos la razón por la que estamos aquí hoy, ¿quieres? Préstame tu mano -dice estirando su mano hacia mí.

Me rehúso a obedecer sus instrucciones y con el solo movimiento de su mano, otro de sus hombres se encarga de forzarme a seguirlas, jalándome hasta ponerme de pie y contra toda mi voluntad alza mi muñeca izquierda hacia el odioso de Wen. Éste último, busca por algo en el bolsillo de su bata y después saca una pequeña lamparita que al presionar un botón, emite dos cortos pitidos y enciende una luz violeta que tan pronto entra en contacto con mi piel, me deja ver un código que de inmediato me crea un nudo enorme en la garganta.

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Where stories live. Discover now