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-...¿Entonces no es su madre?

-No. Biológicamente no tienen ni idea de quien sea la mujer. Georgina la crío como si fuera suya, pero casi todo el mérito es prácticamente de Sarah.

Una muy fuerte charla entre Dylan y Levy es lo que finalmente me despierta a la mañana siguiente. He dormido bastante los últimos días, sin embargo, me siento tan cansada que pareciera que no he pegado el ojo en semanas. La cabeza aún me pesa horrores y cada pequeña cosa consigue irritarme bastante.

-¿Ella lo sabía?

-No hasta hace unos días, apenas se enteró cuando las lleve a Los...

-¿Pueden por favor dejar de gritar? -reniego antes de sentarme y encuentro a ambos chicos recargados a espaldas del sofá.

-Apenas nos escuchamos -alega Levy-. ¿Aún te sientes mal?

Suspiro.

-Estoy cansada, supongo que no he dormido bien -contesto poniéndome de pie para ir a lavarme la cara y al hacerlo la habitación entera me da vueltas, así que tengo que volver a sentarme.

-Dormir es lo único que has hecho, son las tres de la tarde -señala Levy colmándome la paciencia.

-Estoy bien. ¿Puedes dejarme tranquila? -me vuelvo a recostar.

-Sólo nos preocupamos por ti -agrega Dylan.

-Dejen de ser tan paranoicos -replico cerrando los ojos, pero entonces escucho una puerta abrirse y después pasos de alguien que baja las escaleras.

Odio estar encerrada en este lugar, siento que cada día el espacio se vuelve más pequeño y solo tengo ganas de gritar y salir corriendo de aquí.

¿Cómo es que Alison ha soportado esto toda su vida?

-¿Están todos despiertos? -el molesto acento del doctor Hoffman consigue empeorar mi estado de ánimo-. Hay un par de personas arriba que quieren hablar con ustedes.

-No hablaremos con nadie sin mi madre presente -Levy ladra de inmediato.

-Ya espera también por ustedes, ¿vamos? -insiste el hombre quien cuando abro los ojos está observándome.

Los chicos se levantan detrás de mí y cuando lo hacen no me queda más remedio que hacer lo mismo, solo que me cuesta mucho más trabajo.

-¿Necesitas ayuda? -Wen se me acerca cuando doy un primer paso tambaleante. Me muevo bruscamente para alejarme de él.

-No te me acerques -le digo encaminándome al barandal de las pequeñas escaleras que nos guiarán al vestíbulo.

-¿Te pasa algo? -insiste y esta vez me decido por ignorarlo antes de subir.

Al ver al fin el resto de mi casa, de inmediato recuerdo lo enorme que es y por un momento, al fin siento que puedo respirar. Al llegar al comedor, finalmente le encuentro uso a la enorme mesa, pues casi todos los lugares están ocupados con solo cuatro sillas esperando por el resto de nosotros.

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Where stories live. Discover now