07- Un golpe de vida

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—Bien, te escucho —dijo Simon

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—Bien, te escucho —dijo Simon. Scarlett sonrió y rodeó el escritorio, tiró de la silla de Simon hacia atrás y se sentó en sus piernas—. ¿Qué haces?

—Hace días que andas raro —dijo ella soltándole poco a poco la corbata y los dos primeros botones de la camisa, con una voz tan suave y seductora que pareció un ronroneo—. Apenas me has tomado en cuenta. Te extraño...

Y lo besó.

Lucía preciosa ese día, con sus pestañas largas, sus labios rojos, su piel tan suave como siempre, y el cabello rubio suelto y libre sobre sus hombros. El vestido ajustado que llevaba habría vuelto loco a Simon en otro momento, en diferentes circunstancias, en otra vida.

Scarlett lo besó con rapidez, con fuerza. No era un beso cualquiera, era uno apasionado que prometía ser el principio de cientos de caricias.

Pero no se sentía correcto. No para Simon. No cuando a cada rato recordaba los labios de Reneé sobre los suyos, la emoción que sintió al principio, y la forma en la que todo se desvaneció cuando reconoció el sabor a sangre en su boca.

—Espera... —Simon se apartó—. Sabes que no me gustan estas cosas en la oficina. Levántate.

Scarlett bufó, pero obedeció y volvió a sentarse al otro lado del escritorio.

—Si no es aquí, ¿dónde, Simon? Tampoco te gusta tener sexo en mi casa y tu departamento parece hotel estos días.

—En tu casa están tus padres. Les debemos respeto.

—¿Y tu departamento? ¿Cuándo se marcharán Edith y su madre? Quedamos en que me mudaría esta semana y no lo podré hacer mientras ellas estén ahí.

—El departamento de Edith sigue siendo parte de la investigación, no pueden volver aún. Además, a mí no me molesta que se queden en el mío.

Simon continuó leyendo la carpeta que tenía en las manos.

—Tu escritorio es un desastre. Reneé no era tan inútil después de todo.

—No hay honor en insultar a alguien que ya no puede defenderse, Scarlett.

—¿Y acaso no estás tú para defenderla?

—Bueno, ¿qué quieres? ¿Viniste sólo a pelear? —Simon tiró la carpeta sobre las otras a un costado y la enfrentó—. Si es así, apúrate. No tengo tiempo para esto.

—No, es que tú jamás tienes tiempo. No para mí.

Scarlett se cruzó de piernas y se miró el anillo de compromiso en la mano. Simon recordó la felicidad en su rostro cuando lo vio arrodillado con la cajita en la mano, las lágrimas de emoción al escucharlo preguntar si quería casarse con él. Ahora todo parecía tan... lejano.

No tenía corazón para lo que estaba a punto de decir, pero era necesario. Él necesitaba espacio, tranquilidad; necesitaba calmar ese tormentoso mar de sentimientos que le había dejado Reneé.

Reneé ©  ✔️Where stories live. Discover now