⚪CAPÍTULO ESPECIAL⚪

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El día estaba completamente soleado, pero frío

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El día estaba completamente soleado, pero frío. Ray cerró las cortinas de su habitación, se quitó la camisa raída y los pantalones desteñidos, y cuando ya estuvo en calzoncillos se recostó sobre la cama, dejando que el efecto de la droga recién consumida se apoderara de él.

Lo primer que sintió, fue una extraña sensación de desprendimiento. Dejó de sentir ciertas partes de su cuerpo, como si estuviese fuera de él, como si fuese un ente externo. Se imaginó de pie en la habitación, contemplando su cuerpo inerte, y suspiró a medida que aquel primer efecto de la droga pasaba, dando paso al siguiente. A la tortura.

A su mente llegaron imágenes de Reneé. Ella era la primera que aparecía en aquel purgatorio, mirándolo decepcionada, seguida del llanto de Cameron aquella noche de invierno.

Cuando los llantos se hicieron insoportables incluso sobre el ruido de la lluvia, Ray se levantó echando las tapas de la cama hacia atrás de un manotazo. 

 —¡¡Por la mierda!! ¡¿Alguien podría hacer callar a ese mocoso del demonio?! —rugió, avanzando por el pasillo. Cuando entró a la minúscula habitación que su hermana y el bebé compartían, encontró a Reneé con Cameron en sus brazos, meciéndolo de un lado a otro mientras él lloraba a todo pulmón. ¡Son las tres de la mañana, Reneé!

—¡No se calla! —exclamó ella al borde de las lágrimas; lucía agotadísima y angustiada—. Tiene fiebre... tienes... tienes que ayudarme... 

—¡¿Tengo cara de enfermera para curarlo?! —espetó Ray, y Cameron pareció llorar aún más fuerte con sus gritos.

—Tenemos que llevarlo a un hospital.

—¿Acaso soy taxista, Reneé? ¡Hay un diluvio en las calles, por si no te habías dado cuenta! ¿Dónde mierda está mamá?

—Afuera —respondió ella con frialdad.

Claro. Carla siempre estaba afuera, trabajando. Ray sintió que su rabia interior se concentraba incluso más. Si tan sólo hubiese trabajado para ayudarlos... pero no. La muy desgraciada jamás se había preocupado por alguien más que ella misma. ¿Cómo carajos habían logrado sobrevivir él y su hermana antes de conocer a Etkin? El viejo era un maldito, pero los acogió, les enseñó a sobrevivir y a no depender de nadie.

—Ray... —Reneé estaba hablándole, pero a él no le importó, se dio media vuelta y volvió a su habitación dispuesto a marcharse de ahí. Ya no aguantaba más. Prefería el ruido de la lluvia antes que los malditos llantos de un bebé que nunca debió existir.

Cuando bajó las escaleras, se encontró con Carla entrando por la puerta principal. La muy maldita sonreía despreocupada, tenía el apretado vestido empapado y el maquillaje corrido. Parecía un espectro. Ray no sintió nada más que asco y repugnancia.

—¡Ray! —exclamó ella, con una sonrisa boba—. ¿A dónde vas, hijo?

Hijo. ¡Já!

Reneé ©  ✔️Onde histórias criam vida. Descubra agora