13- Confiar... ¿o no confiar?

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Despertó desorientada, la cabeza le daba vueltas y sentía la boca reseca

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Despertó desorientada, la cabeza le daba vueltas y sentía la boca reseca. Miró a su alrededor y no conoció la habitación. Definitivamente ya no estaba en la clínica. ¿Era acaso el departamento de Edith? No, lo habría reconocido. Aunque no se cabeceó por mucho tiempo. La respuesta llegó acompañada del rico y característico aroma de las sábanas.

Demonios, era tan... delicioso, tan varonil. Era, sin lugar a dudas, el perfume de su jefe. Estaba en su habitación.

¿Acaso había dormido con Simon Blackwood?

No.

La vida no podía ser tan amable con ella.

Y lo confirmó al mirar hacia el lado y ver el resto de la cama intacta.

Los recuerdos del día anterior llegaron a su mente difusos, borrosos, inconexos. Se enderezó en la cama con bastante dificultad, y detalló la habitación. Habían dos puertas en la pared de enfrente, seguramente una correspondía al baño y otra al armario. Un gran ventanal se extendía a su izquierda, y de él colgaban las cortinas más horribles que Reneé había visto jamás; amarillas con grandes flores naranjas. Hacia el otro extremo de la habitación había un pequeño estante repleto de libros de varios tamaños, y un puff rojo en la esquina. La alfombra era gris.

En la cama, a los pies de Reneé, había una laptop encendida con unos gráficos raros en la pantalla.

Edith entró en la habitación pocos segundos después y sonrió cuando vio a Reneé despierta.

—¡Ya despertaste! ¿Cómo te sientes?

—Bien.

—¿No te sientes mareada o un poco débil? Chase dijo que los medicamentos tendrían esos efectos secundarios. Él te revisó anoche, ¿lo recuerdas?

—No mucho.

De la noche anterior sólo tenía recuerdos borrosos, relacionados a sentimientos que le partían el alma y prefería no ahondar en ellos.

Aunque... también recordaba un abrazo, un beso en la frente y una promesa bajo la lluvia.

¿Qué tan destruída la vio Simon Blackwood como para hablarle así, con tanto cariño y compromiso? 

Edith cerró la laptop, rodeó la cama y se sentó junto a Reneé.

—Tienes nuevos vendajes sobre las heridas, estos te permitirán darte un baño sin que las suturas se mojen. Voy a prepararte la tina, ¿sí? Luego algo de comer.

—Con la ducha será suficiente —dijo Reneé.

Se dio un baño con mucho cuidado. El agua refrescó su piel, incluso su mente. Y el jabón con aroma a chocolate la hizo quedarse más tiempo ahí, disfrutando ese pequeño momento íntimo.

Cuando volvió a la habitación, envuelta en la toalla, Edith tenía una muda de ropa en la mano. Era un pantalón deportivo holgado, una sudadera e incluso ropa interior.

Reneé ©  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora