Capítulo Treinta: No Querida por la Familia.

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North me preguntó si tenía hambre, a lo que dije que sí cuando mi estomago gruñó, entonces me llevó hasta un gran salón con una gran, ostentosa mesa de nogal, tan larga que pude contar más de veinte sillas de madera lujosa, con bordes góticos detallados. Había un banquete gigante sobre la mesa que me recordaba a las exuberantes cenas de navidad, sólo que estábamos a mediados de primavera, lo que no tenía sentido.

El comedor tenía un par de lámparas a los lados, pero la mayoría de luz era creada por el candelabro que colgaba desde el alto techo. Un par de arreglos florales estaban localizados en las pequeñas mesas de piernas largas frente a las paredes blancas, pero eso era todo. Minimalista y a la vez aclamando riqueza. Todo me parecía tan principesco.

Y tenía sentido ahora. Quiero decir, si hacia negocios sucios —lo que totalmente había admitido— tenía suficiente dinero para hacer lluvia de dólares sobre un puente y todavía quedar multimillonario.

—Ustedes chicos sí que saben derramar ostentosidad —murmuré.

Él me dio una pequeña sonrisa de lado, antes de tomar la silla del anfitrión. Hizo una seña para que me sentara a su derecha y obedecí en silencio.

—Poker hace un gran trabajo en mi ausencia —dijo más para sí mismo que para mí.

Al parecer era la primera vez en toda la semana que North salía de su habitación para reunirse con la manada. Poker me miró con sorpresa al entrar y sentarse a la izquierda de North, y luego pasó a asentir con una pequeña sonrisa en sus labios, como si lo que le estuviese afligiendo todo este tiempo hubiese sido el hecho de que su alfa se estaba ahogando en alcohol. Supongo que cuando el alfa no está, toda el trabajo recae sobre los hombros del beta. Miré a Amanda a lo lejos, ese mechón rubio que resaltaba entre las densas olas de cabello negro me hizo reconocerla, y ondeó una mano antes de sentarse.  La manada me dio miradas inquisitivas y algunos hostiles, pero al lado de North me sentía segura.

No les gustaba a muchos, y eso era un eufemismo. Se sentaron sin siquiera darme una segunda mirada, sólo reconociendo a North e informándole sobre algunos nuevos planes. Mi mano derecha se cerró sobre la cuchara de plata hasta que mis nudillos estuvieron blancos, y mi mano izquierda fue sujetada por North, quien parecía sentir mi tensa aura y trataba de sosegarme. Por la manera en que muchos masticaban su estofado con la boca abierta dejándome ver sus caninos, era más que claro que sabían que yo era parte de sus problemas, o al menos se imaginaban. No podía evitarlo, estaba enfrentándome a su desdén, pero no era como si fuese a dar mi brazo a torcer e irme de la casa, cuando North había sido quien me había invitado.

Lo peor fue cuando miré al licántropo de un solo ojo entrar al salón. Recordaba su nombre, era Sin. Su pierna izquierda caminaba con más lentitud que la derecha, arrastrándose un poco con cada movimiento, y había una larga cicatriz desde la esquina de su boca que se perdía bajo el hueso de mandíbula. Reconocimiento brilló en su ojo sano antes de fruncir el ceño y apretar los dientes.

No pregunté qué pasaba con él. Era obvio que yo era la culpable de esa nueva cicatriz y su renquera.

Cuando escuché a alguien llamarme pequeña perra desde el otro extremo de la mesa, supe que era suficiente. Me levanté disparada y arrojé la servilleta a un lado, mirando a dos decenas o más de lobos. Mis manos se convirtieron en puños, sentía mi molestia incrementar cuando cada par de ojos se posó sobre mi.

—Estoy harta de sus cuchicheos, si alguien tiene alguna molestia con que yo esté aquí es mejor que me lo digan en la cara —chasqueé mirando furibunda a cada uno de ellos.

North se aclaró la garganta, pero antes de que pudiese decir algo una chica rubia se levantó un par de sillas frente a mi, una de sus cejas estaba arqueada con desafío. Ondeó su cabello dorado detrás de su hombro antes de decir en voz clara:

Raised by Wolves ©Where stories live. Discover now