Anexo Cuatro.

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Algo peor que una mala cacería, era que la manada lo desobedeciera.

El lobo alfa aborrecía ese hecho.

Por eso, cuando llegó a la casa en donde solía reunirse la manada, buscó por un súbdito en específico.

El lobo beta estuvo a su lado en un parpadear de ojos y le ofreció una cerveza helada.

―¿Dónde está?- chasqueó.

El beta sacudió la cabeza hacia la izquierda, y sin más decir se movió del camino del alfa, ya que sabía que la noche no iba a terminar muy bien.

El alfa se movió con sigilo entre los demás lobos en su forma humana, que reían y bailaban alrededor, pero a su vez le lanzaban miradas furtivas, preguntándose por qué el aire de repente se había llenado con tanta tensión e ira.

Cuando el alfa localizó su víctima, dio una largo trago a su cerveza hasta terminarla y se aproximó a el lobo de un solo ojo por la espalda. El alfa lo tomó por el cuello y lo arrojó con violencia contra el piso, quebrando la botella de cerveza vacía en su cráneo. El súbdito lo miró con la boca abierta y trató de levantarse, pero al ver los hombros del alfa subir y bajar con furia se quedó en congelado en el mismo lugar.

El lobo de un sólo ojo comenzó a balbucear cosas innecesarias hacia su jefe, pero se calló cuando el alfa le lanzó una mirada gélida. El lobo lo tomó por el frente de sus camisa y lo levantó con agilidad. El resto de la manada se estaba reuniendo alrededor, luciendo sumergidos en sumisión y sin atreverse a cruzar la mirada con el alfa.

―No quiero tus excusas.― ladró antes de arrojar un puñetazo contra la nariz del lobo.

La sangre brotó al mismo tiempo que un gruñido bajo invadió en salón. El lobo lo miró molesto y se lanzó hacia enfrente, no importándole que estuviera faltando al respeto del macho alfa. Éste, rápidamente lo tomó por el cuello y estrelló la cabeza del lobo contra la pared. La rabia corriendo por sus venas como fuego cerca de la dinamita. Sus ojos se llenaron de puntos rojos y la ira no parecía esfumarse por más golpes que arrojaba.

Nadie tocaba lo que al macho alfa le pertenecía. Mucho menos herirían a lo que eran de su propiedad.

Y la humana era ahora suya. Se lo debía a pesar de que el alfa no tenía que hacerlo.

Por lo cual, también aplicaba a la ley.

Raised by Wolves ©Where stories live. Discover now