Capítulo Treinta y cuatro: Nunca Regreses.

5K 578 13
                                    

Todo era sombras y silencio.

Me sentía en una burbuja, no había sonido alguno cuando respiraba. No estaba respirando, me di cuenta.

Mi mente quedó en blanco por un tiempo, y me olvidé por completo de quién era. Sentía mi cuerpo flotar como una pluma, me sentía tan ligera y sin nada que me atara. No sentía nada. Sólo era ese extraño conocimiento de que no había más preocupaciones, de que no había nada que temer nuevamente.

Nuevamente.

Traté de levantar una mano frente a mi, pero todo era oscuridad. Traté de mover mis piernas y buscar la salida, pero mis pies ese aferraban a la tierra como si estuviesen hechos de plomo. Mis miembros no respondían a mis comandos.

Pequeñas arañas de estática subieron por mi columna. Algo estaba demasiado mal. Presentía que debía estar en otro lugar.

¿Qué hago aquí?; me pregunté. ¿Dónde estoy?

Las arañas recorrieron mis brazos y subieron por mi cuello.

Inhalé lentamente.

Inhalé.

Mis ojos se abrieron de golpe y mis labios se partieron, buscando aire. Mis pulmones se abrieron, mi cerebro se encendió. Escuché el eco de voces a mi alrededor, sentí a alguien sacudiéndome por los hombros y dándome pequeñas palamadas en la mejilla. Mis ojos sólo veían la incandescencia blanca que me rodeaba.

Más voces se unieron, las palmadas se hicieron más fuertes y constantes. Capté algunas palabras en el aire. Mi piel comenzó a hormiguear hasta que me escuché soltar un gemido. Mi pecho dolía como si me hubiesen golpeado con un tráiler de carga pesada. Múltiples veces.

Ya no había ligereza. Solo un terrible dolor en mi pecho.

-¿Jayden, me escuchas? -gritó una voz femenina en mi oído. Sonaba histérica, desesperada y angustiada-. ¡Jay, por el amor de Dios, dime que me escuchas!

Dakota. Su nombre vino a mi mente con un flash de su imagen. Mi mejor amiga estaba sacudiéndome y gritando con voz ronca en mi cara.

Obligué a mis labios a moverse, pero no salió nada de mi boca.

Oh, Dios. Esto era malo.

Mi dedos encontraron su brazo y traté de sujetarlo, pero era como si estuviese hecha de gelatina. ¿Qué estaba pasando?

-¡North! ¡North! -ella chilló.

North.

El peso de su nombre cayó sobre mi como un balde de agua helada, despertando mis sentidos. North, hombre lobo. North, el alfa. North, el chico que me mintió. North, el chico que amaba.

-North...

Dakota dejó de sacudirme, parándose en seco.

-¡North, ven aquí! -ella bramó.

Alguien me tomó en sus brazos y calidez entró en mi cuerpo, al igual su aroma. North plantó un beso en mi frente y llenó mi rostro con más besos hasta que hundió su cara en mi cuello, soltando un gruñido bajo que hizo mi cuerpo retumbar. Mis dedos ardían por tocar su cabello, por besar sus labios y decirle que estaba bien, pero mi cuerpo no reaccionaba. Estaba consciente, pero respondía.

-Jayden, sé que me escuchas, cariño. Por favor dime algo, haz algo, joder -dijo, mientras sus dientes se clavaban en la base de mi garganta.

Solté un gemido. North apretó mi piel entre sus dientes con más fuerza, retorciéndola. El dolor estalló en mí de nuevo. Grité.

Oh, demonios, no. No iba a ser mordida. Incluso si esa era la única solución, no me convertiría en licántropo. No cuando había experimentado la miseria que los acompañaba. Metamorfosis dolorosa, cambios incontrolables, temperamento explosivo y hambre perpetua. Esa no era la vida que quería llevar.

No iba a ser mordida.

Mis piernas patalearon y mis brazos finalmente se movieron para alejarme por instinto. Caí a la tierra húmeda y mi vista poco a poco fue registrando colores y siluetas, hasta que todo fue percibido en su manera original.

Yo, jadeando por más aire, temblando incontrolablemente. La nieve en las orillas del camino. Dakota siendo sujetada por Poker gritando mi nombre. Aaron y la manada en su forma lobuna, rodeando a Caine, quien me miraba con una expresión que no pude identificar, arañazos y sangre cubrían su cara. Y North, mirándome con sus ojos color verde esmeralda, tan asustados y al mismo tiempo aliviados.

-Funcionó -una sonrisa tembló en sus rostro, antes de que una risa sacudiera su pecho. No era una risa que me gustaba, levantaba los vellos de mi piel.

Llevé una mano a mi cuello, esperando encontrarme con una mordida fresca y piel ensangrentada, pero sólo ardía. No había mordida.

-¿Qué has hecho? -susurré afónica.

North me atrapó en sus brazos y me llevó contra su pecho, soltando una exhalación dolorosa. Aún aturdida, mis manos temblorosas se envolvieron a su alrededor y sujeté en puños su camisa. Mi cabeza dolía, mis pulmones ardían, pero adrenalina mantenía mis ojos abiertos y mis sentidos alerta.

-No he hecho nada. Tu eres la que peleó el camino de regreso -North plantó un beso en mi sien-. ¿Puedes pararte?

De regreso. Mis ojos se encontraron con los de Caine, que seguía rodeado y lucía pálido. Mi propio hermano había tratado de matarme. Eso no merecía mi compasión.

Asentí levemente, mis piernas temblorosas apenas soportando mi peso, pero caminé hacia donde Caine. North sujetó mi brazo, sin embargo no trató de pararme. Soltó un gruñido gutural a mi lado cuando me abrí paso entre lo lobos, y quedé frente a mi hermano.

-No tienes perdón -escupí con resentimiento. Mi gaganta ardía como si hubiese bebido navajas y mi voz se quebró, pero me mantuve con la barbilla en alto-. Pero fue estúpido de mi parte tratar de ver lo bueno en ti. No quiero que sigas cerca de nosotros, has causado mucho daño. No creo que pueda seguir callando después de esto, así que si no quieres ver la decepción de mi madre cuando le confiese lo que has hecho, es mejor que te vayas y nunca regreses. No eres bienvenido nuevamente. Desde que nos dejaste has cerrado las puertas de esta casa para ti.

Caine trago saliva, pero igualó mi mirada. Observó de reojo a North y dio un paso más cerca. El alfa estaba frente a mi antes de que pudiese parpadear.

-Da un paso más y juro que desgarraré tu garganta con mis propias manos -North amenazó en un siseo-. Esta vez me encargaré de que no nos des más problemas.

Caine no parpadeó al ver al alfa frente a él, pero tampoco se atrevió a empujar su suerte. Con una última mirada hacia mi, se dio la vuelta hacia los bosques.

Mentalmente le di la despedida al fantasma de mi hermano. Éste era un adiós para siempre.

Raised by Wolves ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant