Capítulo Treinta y Dos: No Todo es Diversión.

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Nos habíamos quedado un par de horas más en la cama. Algunas veces en silencio, otras conversando ligeramente. Unas veces besándonos, otras veces sólo mirando a la nada.

Quería saber qué pasaba por su cabeza cuando fruncía el ceño y miraba el techo. Quería saber qué le inquietaba tanto. Sobre todo, quería que se abriera conmigo y me dejara escuchar sus pensamientos, que confiara en mí y me diera la oportunidad de comprenderle.

Había pasado una mano por su pecho y marcado un recorrido hasta su cuello, para halar su cabello. North me miró con travesura y sonrió ligeramente. Le había inclinado sobre mi y mirado a los ojos.

—¿Qué está mal? —susurré, plantando un pequeño beso en sus labios cálidos.

Él soltó una exhalación y su pecho subió y bajó.

—Pienso en lo que tengo que decirle a tu hermano, en como poder enfrentarlo ¿Qué crees que me dirá? Apuesto a que nada bueno.

—¿Tienes miedo? —me apoyé sobre un codo, para mirarlo mejor.

—No —rió entre dientes—. Al menos no por mi, pero sigo temiendo por ti, Jayden. No sé cómo pueda reaccionar, y si está tan roto como parece...

—Sí, entiendo —murmuré.

North se quedó en silencio,  y yo también lo hice. El jugó con un mechón de mi cabello, enredándolo entre sus dedos, acariciando cada hebra. Parecía reconfortarle.

—¿Sabes la razón por la cual amo jugar con tu cabello? —cuando negué con la cabeza, las esquinas de sus labios se arquearon hacia arriba—. Luce tan similar al de mi madre. Podía tardar horas jugando con el, suponiendo que lo peinaba.

—Elena era hermosa —dije—.  Y tu te pareces demasiado a ella.

—¿Ah sí? —arqueó una ceja, retándome—. ¿Cómo es eso?

—No empujes tu suerte, campeón. Sólo doy un cumplido al día —él rió y sujeto mis manos antes de que pudiese golpearle—. Sabes lo qué quiero decir. Vi la foto de ella en tu cajón —admití a pesar de que sentía un sonrojo crecer en mis mejillas.

Su sonrisa se expandió y se inclinó, poniendo mis brazos sobre mi cabeza, mientras sentía su peso caer en mí. Sus ojos verdes resplandecieron.

—¿Y qué más encontraste, Jayden curiosa?

Me mordí el labio. Sabía a lo qué se refería y él sabía que yo había visto la caja de condones.

—No empujes tu suerte... —repetí, pero no había manera de mantenerme a línea cuando me miraba así. Abrí mis rodillas y clavé los talones de mis pies sobre sus piernas. North se tensó sobre mí— ...si no vas a terminar el trabajo.

—¿El trabajo? Por favor —rió en voz baja, y se movió más cerca. Tomé aire entre dientes al sentirle. Su sonrisa desapareció y sus ojos viajaron a mis labios. Mi respiración se hizo más pesada—. Eres la chica más hermosa que he conocido —susurró.

Recordé a la rubia de anoche y junté mis cejas.

—Eso es difícil de creer.

—¿Por qué? Jayden, eres lo único que quiero, eres lo más hermoso ante mis ojos y lo seguirás siendo por bastante tiempo.

Admiraba su capacidad de decir las mejores cosas en los momentos más adecuados. Miré su pecho y planté suaves besos sobre su piel, saboreándole. Mis dientes se clavaron en su hombro y soltó un gruñido bajo.

—O quizás sea verdad lo que dicen del amor —comentó. North besó mi cuello y mi cabeza se inclinó hacia atrás para darle la bienvenida. Con una mano seguía sujetando mis brazos, y la otra bajo hasta mi vientre y más al sur.

Raised by Wolves ©Where stories live. Discover now