Anexo Tres.

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Él amaba el olor a sangre fresca. Él amaba el cálido liquido caer por su boca, pasar por su garganta, y satisfacerlo con placer. Él amaba sentir en las puntas de sus patas el cuerpo sin vida del animal, amaba sentir su último aliento salir de su pecho al mismo tiempo que su corazón dejaba de latir en un suspiro del aire, amaba saber que finalmente había ganado una vez más y que jamás se iba a casa con nada de lo que presumir. Él amaba olfatear el aire, e inhalar el miedo que los animales le tenían.

Eso lo hacía sentir poderoso e implacable. Indestructible y superior.

Eso lo hacía pensar que tenía el control de todos a su alrededor.

Pero lo que más amaba, era una buena presa que se reusaba a caer en la cacería. Aumentaba la diversión. Aumentaba la adrenalina. Aumentaba su estima.

Porque al final de cuentas, el lobo negro sabía que terminaría ganando.

El alfa siempre lo hacía. Él siempre lo hacía.

Raised by Wolves ©Where stories live. Discover now