Capítulo Diez: Chico Problemático; Culpa a su Instinto Canino.

6.7K 580 11
                                    

El estúpido auto se había quedado adherido en el estúpido camino por culpa de la estúpida nieve.

―¿Por qué tengo que vivir en Oregon? ¿Por qué no puedo vivir en San Francisco? Chicos guapos, lindo clima, diversión...― murmuré para mi misma, saliendo del auto hacia el aire gélido de la tarde.

Desgraciadamente no parecía haber algún ánima alrededor.

Ajusté el saco mas cerca de mi cuerpo para mantenerme tibia y caminé hacia la parte trasera del Mustang. Me arrodillé contra la fría nieve que se derretía bajo las suelas de mis botas y comencé a escarbar en ésta para removerla de las llantas. Mis manos estuvieron congeladas en un par de minutos, pero la nieve no había disminuido.

Apoyé mi frente contra el helado metal y dejé escapar un suspiro que se convirtió en una nube de vapor frente a mi. Tendría que llamar a Ynyr y decirle que el auto se había quedado atascado. No le iba a parecer para nada. Sobre todo cuando se encontraba disfrutando de la buena vida en Portland sin poder hacer nada al respecto. Finalmente me había dejado sola en toda mi vida y con esto se enteraría de que aún no estaba preparada para ser independiente. Era posible que tomara el avión más rápido hasta Astoria y viniera por mí, lo cual no quería en absoluto.

O bien, podría llamar a la grúa, sin embargo, tendría que pagarla con mi propio dinero que había estado ahorrando para ir de vacaciones e iba a costar más, pero tendría que hacerlo si no quería que luego le llegara a Ynyr el correo de la cuenta.

Me estaba congelando tanto que ya no podía sentir mi nariz ni mis dedos.

Regresando al auto puse la calefacción al máximo y busqué por mi iPhone en mi bolso.

Estuve apuntó de llamar a la triple A cuando escuché el sonido de un motor acercarse. Rápidamente salí del auto e hice señas al Challenger negro que se aproximaba. El conductor se paró al lado del camino y bajó la ventanilla del lado del pasajero para hablar.

Y mi jodido día no podría ir peor.

―¿Necesitas ayuda?― preguntó North, con una sonrisa torcida y arrogante.

―Ahora que no preguntas, no lo creo.― repliqué, cruzándome de brazos.

Dios, sí que hacia frío.

Sus ojo me estudiaron por un par de segundos más antes de encogerse de hombros.

―Mentirosa.― dijo antes de volver su atención al camino y poner su mano sobre la palanca de cambios.

Lo observe escéptica.

―¿Piensas sólo irte?― chillé. Dios, no quería tener que pedirle ayuda. Mi mente vago de nuevo en el incidente de la biblioteca y sentí dedos gélidos desplazarse por lo largo de mi espada. Sus amigos me habían hecho daño. Él seguro los había mandado. Tenía que odiarlo por eso.

―Tu dijiste que no necesitas ayuda, entonces no tengo nada que hacer aquí.― respondió divertido.

La gasolina de mi auto se acabaría y la calefacción de apagaría con el paso del tiempo. Era esto o morirme de frío aquí afuera.

―¿Qué clase de persona eres? Piensas dejarme por mi cuenta en este lugar abandonado mientras me muero de frío? ¡Por apuesto que necesito tu ayuda! No sólo estaba saludando a todo el que pasa porque son vísperas navideñas.- escupí entre dientes, odiando el escaso repertorio de opciones que tenía.

―La mayor parte de lo que dices no lo entiendo.― me dio una mirada aburrida y luego miró hacia mi Mustang, antes de volver a mirarme. ―Sube al auto.

Observé hacia atrás con nostalgia. Tendría que dejar el auto aquí hasta que la nieve se derritiera o que alguno de la manada pudiese ayudarme.

Dando un suspiro abrí la puerta del carro y subí a éste, sintiéndome cálida al momento, a pesar de que podía ver que la calefacción no estaba encendida. El olor a bosque, lluvia y eucalipto inundaba el auto, pero estaba más que segura que no era a causa de ninguna fragancia comercial. Miré por el rabillo de mi ojo la sonrisa satisfecha de North, quien había puesto cómodamente un brazo detrás de el respaldo de mi asiento.

Raised by Wolves ©Where stories live. Discover now