Capítulo Siete: Rodeada y Amenazada.

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Mi triunfo no duró mucho. Un poco menos de veinticuatro horas bastaron para destrozarlo.

Iba saliendo de la escuela hacia el estacionamiento cuando miré a dos hombres altos, de brazos cruzados y musculosos recargados contra mi auto. Pensé seriamente en regresar y esperar a que Dakota terminara de conversar con su pandilla de amigas huecas, pero cuando retrocedí ambos de ellos levantaron la nariz al aire y sus ojos se dirigieron a mi.

Me quedé por un microsegundo como un gato congelado en el mismo lugar, pero obligué a mis piernas a moverse. Tomé profundas respiraciones, decidida a no dejarles olfatear el aire y hacerles saber que tenía miedo, ya que, estaban asustando la mierda fuera de mi, incluso si no tenía idea de lo que querían.

Pero sí la tenía. Seguramente North los había mandando a mostrarme una lección de lo que era obedecer al alfa. Aquí podía ver de nuevo el precio de meterse en un mundo que debería estar oculto a los humanos ordinarios.

Llegué al Mustang, y me abrí paso entre los dos gigantes frente a mi, pero ambos tomaron mis brazos y me empujaron con fuerza contra el auto. Sus ojos casi de un color naranja se posaron en mi con perversidad y traté de ver sobre el hombro de uno de ellos hacia el estacionamiento en busca de ayuda. Pero por desgracia estaba insolado.

Maldita sea; pensé con pesadumbre.

―¿A dónde vas, pequeña humana?― gruñó uno, dándome un buen vistazo de sus dientes afilados. Todos. Y amarillos.

Horribles.

―A un lugar sin tantos animales alrededor.― repliqué, levantando una ceja.

Mr. Dientes Afilados sonrió con sorna hacia su amigo Don Silencioso y luego me miró.

―Tiene nervio, la humana.

―Por cierto, creí que las cuentas las soldaba North. No había necesidad de mandar a sus gorilas detrás de mi.― decidí jugar a la valiente. O la muy tonta.

―¿Deberíamos comenzar a despedazarla, o la torturamos un poco?― Don Silencioso habló al fin.

―¿Podría saber sus nombres primero? Así puedo regresar como un fantasma y atormentarlos.― los miré fingiendo indiferencia. Cada vistazo más de cerca sólo me hacía recordarlos más de la tarde pasada. Eran los tipos que esperaban por North en las puertas de la librería. Sus mercenarios. Un par de las tantas personas que él había dicho estaban bajo su poder.

―Yo soy Wrath.― Mr. Dientes dijo y luego señaló a su compinche. ―Éste es Fury.

―Qué originales. ¿Qué dirían sus madres si se enteraran de esto?

Al momento en que las palabras abandonaron a mi boca, sentí una terrible regresión.

Wrath mostró sus dientes, antes de tomarme por el cuello. Mi cabeza se estrelló contra el metal del auto y sentí las puntas de mis pies abandonar la tierra. Traté de mover mis manos hacia su jodido rostro y arañarlo, pero Fury sujetó mis muñecas.

Vaya, Dakota tenía razón. Había una capacidad muy grande en mi de meterme en situaciones de mierda por mi boca ágil.

―Dejemosnos de tonterías y vamos al punto, muñeca. Tu te alejas del jefe North y nosotros no le hacemos una vista a tu querida mami. En cambio, si sigues alrededor, esto puede terminar mal.

Qué demonios. Lo sabía. Maldito North.

Traté de hablar, pero mi garganta estaba demasiado cerrada. El aire no llegaba a mis pulmones y ardían como el infierno, también sentía mi cara tornarse morada. Wrath presionó con mas brutalidad mi cuello, directo a mi yugular, y estaba segura que si seguía presionando un poco más mi cabeza explotaría al no recibir oxígeno. Lo observe sonreír con vileza entre mis pestañas húmedas.

Raised by Wolves ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum