Capítulo Nueve: Pequeña Fiesta.

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Por fin habíamos salido de la tortura escolar continua para tomarnos tres semanas de deliciosas y magnificas vacaciones de invierno. Después de traumáticos exámenes finales y miles de "Espero que pases una feliz navidad" la campana anunciando nuestra libertad había sonado.

Había convencido a Dakota de que me acompañara a dejar a Ynyr en el aeropuerto después de clases y ella sin hesitar había dicho que sí por lo cual ahora estábamos las tres sin poder separarnos de la otra y entre risas y abrazos y un par de lágrimas seguíamos sin poder despedirnos.

―Por favor, trata de comer sano, no te acuestes muy noche, y por todos los cielos, Jayden St. Crow, no aproveches para salir de fiesta.― mamá me había advertido, en uno de sus tantos intentos de lucir seria. ―Y tu, Dakota Turchetti,― dijo señalando a mi amiga, ―no engatuses a mi hija a dejar nuestra cuenta bancaria en la ruina, que aún no he pagado la mitad de esa casa.

Ella había llevado dos dedos a su frente en un saludo militar y exclamado a todo pulmón, haciendo que los demás nos vieran como dementes:

―¡Señor, sí, señor!

―Trata de no tomar, mamá,― le aconsejé. ―ya que te pones muy habladora cuando tomas de más.

―Toma muchas muchas fotos, Ynyr, ¡y recuerda coquetear con todos esos hombres de negocios alrededor! Y por favor, por favor, ¡compra mucha ropa sexy!― Dakota chilló.

Le di un codazo en las costillas y fingí horror.

―¡Es mi madre!

―¡Es mi amiga!― replicó imitando mi tono de voz con un par de octavas más chillona.

Ynyr soltó una risa musical que hace tiempo no había escuchado. Hacía que mi corazón se llenara de alegría.

―Dios sólo sabe cómo sobrevivirán sin tenerme alrededor. Sólo no incendien la cocina, ¿quieren?― respondió.

No hace falta decir que a pesar de haber sido regañada más de cinco veces por cosas que ni siquiera había cometido aún, y un montón de lágrimas y carcajadas más, mi madre casi había perdido el avión.

***

―¿Sabes? Ynyr dijo que no podías ir de fiesta, pero jamás dijo absolutamente nada acerca de traer la fiesta hacia ti.― Dakota comentó mientras conducía de regreso a casa (en un viaje de regreso de hora y media).

―¿Qué quieres decir?― la miré cautelosa, esperando que explotara sus pensamientos frente a mi cara.

―Bueno... No hemos tenido mucha diversión desde hace un buen tiempo y me preguntaba... ¿Por qué no hacer una pequeña fiesta de final de semestre, ahora que tu mamá no está y tenemos casa sola? A la manada le caería bien algo así. Relajaríamos los ánimos y eso.

Huh. Sabía de lo que hablaba. Y sabía que estaba mal. Pero al mismo tiempo sabía que no podía negarle mucho a mi mejor amiga. De esto hablaba mi madre cuando le decía que no me engatusara.

―¿Una pequeña fiesta?

―Claro. Pequeña.― dijo con voz monótona.

―¿Segura?

―Como siempre.

***

Si este era su concepto de pequeña fiesta, no quería saber lo que era tirar una fiesta espectacular.

Se suponía que sería sólo la manada, pero mi mejor predicción era que algunos de la manada habían llamado a sus amigos y esos amigos habían llamado a sus amigos y esos amigos terminaron trayendo a cinco amigos más. El caso era que, mi casa estaba llena en todos los aspectos.

Raised by Wolves ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora