Capítulo Cuatro: Cicatrices.

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Hey, Dakota! Sólo quería decirte que tuve que salir temprano, así que lo siento. Ynyr me llamó. De cualquier forma, no veremos en la noche, ¿cierto? Te quiero, besos."

"¿Mamá? Estaré con Dakota toda la tarde, haciendo un estúpido proyecto de Biología. Cualquier cosa no dudes en llamarme. Te quiero, besos."

Después de dejar ambos mensajes en el buzón de voz, tomé rumbo a Pins & Neddles con mi Mustang. Mi mochila yacía en el asiento del pasajero, y sobre de ésta, el dibujo de un lobo de pelaje pardo con ojos color ámbar. Mi hermano. Mi Caine.

El día estaba frío, a pesar de que el sol iluminaba en todo su esplendor, escarcha blanca caía del cielo y los pinos alrededor parecían un gigante helado de menta con crema chantillí en la punta. El aire era cálido, pero en cuanto bajé del auto frente a la tienda de tatuajes y mis botas se hundieron en la nieve, un estremecimiento me recorrió.

La campana de la puerta anunció mi llegada, y Amanda levantó la cabeza fuera de las páginas del libro de vampiros que leía para sonreirme. Los gorilas se asomaron, pero no se atrevieron a decir nada. Con los papeles en mis manos, me senté frente a Amanda. La tienda estaba solitaria, supongo que la mayoría de los clientes estarían en la escuela o bien, trabajando. Ella cerró el libro poniendo un separador y dijo con voz animada:

―Hoy no está presente tu amiga lobo.

―Supuse que no sería buena idea. Ella es la mente de la razón por aquí.

Amada soltó una risita y me hizo una seña para darle los papeles. Ella los revisó meticulosamente y luego asintió.

―¿Quisieras empezar justo ahora? Poker puede atenderte.

―Claro.

Ambas nos páramos, y Amanda me guió hasta un pequeño cuarto. Abrió la puerta sin tocar y me hizo pasar. La habitación estaba limpia y esterilizada, paredes blancas con un par de fotografías a blanco y negro, la primera era de un grupo de hombres en el bosque, que a simple vista parecerían ser sólo jóvenes buscando diversión, pero por la manera en que estaban colocados sabía que era la manada. El segundo era un lobo negro, sentado en el bosque, la tierra entre sus patas parecía estar húmeda, y por el paisaje podría decir que era primavera. El lobo tenía la cabeza inclinada hacia un lado y miraba fijamente a la cámara, como si tuviese curiosidad. Sus ojos afilados irradiaban poder y arrogancia, a pesar de que su cola estaba en una posición sumisa.

Me senté en la silla de cuero que se asimilaba mucho a la de un consultorio dental, solo que más inclinada, y Amanda me dijo que Poker estaría conmigo pronto, antes de cerrar la puerta.

Dejando salir un suspiro, seguí observando la habitación.

Había un mueble de metal con varios frascos negros que supuse eran tinta, y junto a estos había muchas jeringas sin usar. La máquina para hacer los tatuajes estaba a un lado, junto a un fregadero de porcelana en el que había gel desinfectante, jabón y una caja de guantes de látex. Había un escritorio metálico y un par de sillas ergonómicas negras. Una pared completa estaba dedicada a un gigante espejo de cuerpo competo que me mostraba mi cara más pálida y mis grandes ojos asustados. Lucía como si hubiese visto un fantasma. O regresado de la muerte.

Raised by Wolves ©Where stories live. Discover now