Londres

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Los cuatro ya estaban de pie en la puerta grande, antigua y un poco descuidada. Se dirigían a Londres para buscar a Sheila, tenían que apresurarse o se les acabaría el tiempo, pero ¿por qué teníamos el tiempo contado? Esa pregunta retumbaba en la cabeza de Lorena, no la podía sacar por más que lo intentara.

-Tendremos que viajar igual que antes- informó Stevenson-, pero esta ves será más complicado, solo pase lo que pase no se separen de mí- advirtió el hombre, los chicos asintieron con la cabeza y el adulto repitió aquel movimiento de manos y en cuestión de segundos estaban en aquel parque-. Llegamos.

-Ok, es increíble, estoy en Londres- celebró Peter observando que el lugar estaba completamente vacío, al parecer la población había desaparecido en todo el mundo-. Bueno, busquemos a la chica.

-No hace falta- señaló Lorena, que estaba mirando un árbol, detrás de éste había una chica con una chaqueta de cuero amarilla y cabello rojo por arriba de los hombros-, ya la encontré.

El profesor avanzó, y la joven que se encontraba sentada en el piso con la mirada perdida rápidamente se puso de pie y enfrentó al mismo.

-¿Quién eres y qué quieres?- preguntó Sheila asustada con la presencia de aquel extraño, pronto se percató de que habían más personas en el parque-. Mejor dicho, ¿quiénes son?
Stevenson dio un paso adelante e instintivamente la joven que estaba aterrada, retrocedió acorralándose con el árbol.

-Aléjense de mí- advirtió la pelirroja. Melisa dio un paso adelante pero una fuerte oleada de aire la alejó-. ¡No den un paso más!- Sheila abrió sus manos y las colocó al lado de su cuerpo, las ramas del árbol empezaron a moverse fuertemente-. Si no quieren salir lastimados de esto es mejor que se vayan.

-Eres buena- aclaró Stevenson-. Ya duerme- susurró y Sheila cayó dormida al piso, el viento cesó; los chicos corrieron y quedaron frente al cuerpo de la chica que estaba en el piso-. Listo, ahora vamos por los demás.

-¿La va a dejar aquí?- preguntó Lorena un poco indignada-. No la podemos dejar sola.

-No hay nadie en el mundo que le quiera hacer daño- contestó Stevenson con la mirada fría-. Además no tardaremos mucho, después volvemos por ella.

-Belladonna...- dijo Melisa, el profesor comprendió rápidamente que no pasaba por la mente de aquellos jóvenes dejar a la chica sola, y menos en la de él al escuchar lo que la joven Melisa dijo.

-Esta bien, pero yo no la voy a cargar. Te voy a dar la oprtunidad para que demuestres tu caballerosidad, mocoso- aseguró Stevenson. Peter tomó a la chica en sus brazos e hizo un gesto con la cara dando a entender que ya se podían ir.

Guerra de Elementos [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora