El diez de diciembre nevó, cuando los chicos se despertaron y vieron el bosque cubierto por un manto blanco no dudaron en salir a divertirse con la nieve.
Por un momento olvidaron todo.
Olvidaron la razón por la cual estaban en ese lugar, olvidaron los problemas que tenían y liberaron todo el estrés que cargaban haciendo bolas de nieve para luego arrojárselas a un árbol.
Después de tanto tiempo se sintieron como adolescentes normales que no cargaban con la preocupación de derrotar a brujas que amenazaban con acabarlos.
Cuando se cansaron de jugar con la nieve se metieron adentro y por una parte se arrepintieron de haber estado tanto tiempo afuera porque sus manos les dolían de los frías que estaban.
-No sé ustedes pero cuando el clima está así yo duermo todo el día- informó Melisa mientras sacaba un paquete de galletas de la alacena- o como, pero no salgo de mi cuarto, así que no me busquen.
La chica subió las escaleras dejando a los demás guerreros en la sala y entró a su habitación, arrojó las galletas y Peter las atrapó en el aire.
-Meli, ¿o no que es verdad que te diste tu primer beso a los cinco años?- preguntó la ojiazul y la guerrera la fulminó con la mirada.
-No, a esa edad jugaba a la cocinita- confesó.
-Tenías que seguir el juego- reprochó su amiga-, la cara de Peter fue lo mejor.
-Me lo imagino- dijo entre risas-. Me toca. Cuando yo tenía unos siete años preparé chocolatada con tierra y me la tomé; y como a mí me gustó tanto se la vendí a mi papá; obvio él no tomó pero sí me dio diez pesos.
-¿No te pasó nada?- quiso saber Peter.
-No, además ya me comía colines, un poco de tierra no me haría nada- bromeó.
Las cosas que hacía Melisa de niña dejaban a los chicos sorprendidos, Lorena ya lo sabía a todo pero cada vez que lo escuchaba le parecía más extraño.
-Peter, te toca- informó la ojiazul mientras le arrojaba un pequeño almohadón azul, éste lo agarró y se lo devolvió con más fuerza; ambos rieron y Melisa meneó la cabeza ante aquel acto.
-No yo no, no me acuerdo de prácticamente nada. Hablen ustedes y yo las escucho.
-La noche que Connor casi te mata- comentó Lorena y los otros dirigieron la mirada hacia ella- mencionaste que tenías una ardilla, ¿era verdad?
-Ah eso, no, solo tuve un conejo... pero se murió- mintió con respecto a lo último.
-Yo también tenía conejos- comentó Melisa- en total fueron como cinco, siempre que se morían me daban otro, cuando tenía doce me enteré que no se morían solos, mis papás los mataban y los cocinaban; y a mí me decían que era pollo.
-¿No notaste la diferencia?- interrumpió Peter.
-No porque yo no comía pollo. Desde ese día no los dejé comprar conejos para matarlos.
Los tres se quedaron conversando como si se conocieran de toda la vida y bajaron a almorzar cuando Sheila los llamó. El aroma que salía de la cocina y se colaba en todo el piso de abajo era delicioso, la pelirroja tenía un don especial para la cocina, cada plato que ella preparaba siempre sabía exquisito y esa sopa caliente no sería la excepción.
-Stevenson dijo que luego vendría a hablar de algo muy serio- informó la mayor y todos le prestaron atención-, contigo, Peter. ¿Qué hiciste ahora?
El chico fingió indignación y contestó:
-Te juro que yo no hice nada.
-Igual no estaba enojado, se veía relajado así que no debe ser nada malo.
YOU ARE READING
Guerra de Elementos [#1]
FantasyDespués de la derrota de las brujas, Adira y Yassaria, los últimos guerreros de los cuatro elementos siguen desapareciendo de una manera misteriosa, lo que confirma las sospechas del Guardián de los mundos de que nunca las vencieron. Buscando la man...