El pasado presente

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"Un niño pequeño rubio volvía a su casa con sus padres después de un largo día en el parque de diversiones de la ciudad. Su madre comía algodón de azúcar color rosa mientras cantaba una canción que el niño no conocía, pero le encantaba escuchar cantar a su madre, su padre le mostró una sonrisa verdadera por el espejo retrovisor.

Al llegar a su casa con el cielo rojo por el atardecer,  lo primero que hizo fue subir a su habitación para guardar lo que le compraron, unos dulces y un peluche que su padre ganó en un juego para él, era un gran panda casi de su tamaño.

Estaba buscando un lugar en donde colocarlo cuando su madre lo llamó para que comiera un bocadillo porque le había dicho que tenía hambre. Salió de su habitación y avanzó a la cocina atravesando el pasillo, antes de llegar un hombre alto de cabello castaño -su padre- lo tomó por la espalda cubriéndole la boca con su mano, se coló enfrente del pequeño y le hizo una seña para que haga silencio, éste obedeció y el hombre lo encerró en el baño, cuando salió para dirigirse a la cocina cerró la puerta a su espalda.

El niño no entendía esa reacción por parte de su padre si él solo respondía al llamado de su madre. Esperó unos minutos cuando escuchó ruidos extraños entonces sintió curiosidad por saber qué es lo que estaba pasando y pegó su oreja a la puerta, a lo lejos se podía distinguir la voz de sus padres, pero habían otras cuatro voces que no reconocía. Entonces por instinto abrió la puerta tratando de hacer el menor ruido posible, pero para su suerte un desconocido estaba en la puerta esperándolo; lo tomó del brazo y lo llevó a la sala por la fuerza, el niño trataba de soltarse pero no servía de nada, pues era un niño delgado y ese era un hombre corpulento.

-¡No lo toquen!- gritó la madre del pequeño que estaba sujeta por  una mujer-. No se atrevan a tocarle un solo pelo.

-¿Nos reconoces?- preguntó otra mujer que sostenía por el pelo a su padre, éste estaba herido, golpeado y en la comisura inferior de su labio brotaba un hilillo de sangre. El niño sacudió la cabeza-. Oh, veo que tus padres no te hablaron de nosotros, somos los superiores de todos los elementos.

-Los del cuento- musitó elevando la mirada,  sus ojos se encontraron con los de su papá-. El cuento de los guerreros y las brujas- el hombre apretó su mandíbula y cerró los ojos con preocupación, dando a entender que no tendría que haber dicho nada.

La mujer soltó y empujó al hombre, éste se golpeó la cabeza contra el suelo, pero se puso de pie tomando a su hijo por los hombros y lo colocó detrás de él.

-Cometieron un delito- informó la mujer mientras caminaba hacía la mujer rubia que aún seguía entre los otros superiores-; y es mi deber castigarlos. Usted señor, sabe mejor que nadie que no se puede relacionar con humanas.

-Yassaría y Adira ya fueron derrotadas, no veo necesario este… escándalo.

-Exactamente por eso, Adira fue derrotada, no queremos que surjan divisiones entre el pueblo.

-Entonces deje que cada guerrero viva como quiera, no es necesario mantener las viejas leyes que no nos permitían progresar en el presente- dijo el hombre mirando directamente a los ojos esmeralda de la mujer.

-¿Está insinuando que no debería de haber superiores?- interrogó acercándose al hombre.

-Estoy insinuando que ustedes no deberían ser nuestros superiores, nadie que piense como ustedes debe serlo.

La mujer se acercó aún más al hombre, éste alejó al pequeño, y la superior tan solo colocando la mano sobre su rostro lo dejó inconsciente en el suelo.

-Ven pequeñito, no te haré daño- dijo mientras se acercaba a paso lento-. No quiero usar la fuerza contigo, detente, y ven conmigo.

-¡Peter, corre!- se oyó el grito de su madre que se volteó y en un movimiento rápido tomó el cuchillo que estaba en la mesa a sus espaldas y se lo clavó en el cuello a la otra mujer que la sostenía; ésta cayó al piso.

Guerra de Elementos [#1]Where stories live. Discover now