XV

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Lo primero que hizo por la mañana fue quitarse las mantas de piel para luego vestirse con pieles, de alguna forma debía hacer que el frío invierno no llegase a él.

Luego se acercó a su ventana y con el cincel que había cerca comenzó a quitar la escarcha que había en el cristal por la parte de adentro. Se suponía que siendo el Rey no debía hacer esas cosas sino sus sirvientes. Pero ellos ya tenían miles de cosas que hacer y aunque no hiciera la gran cosa sacandole la escarcha a un cristal era algo menos que ellos tenían que hacer.

Sus padres se lo habían enseñado desde que era apenas un pequeño. Khowan jamás se había considerado un niño mimado, si bien jamás le había faltado nada y había vivido entre riquezas jamás fue caprichoso. Cuando tuvo edad suficiente comenzó a vestirse y asearse solo. Siempre se arregló por sí solo, a veces le pedía consejos a su padre cuando los necesitaba.

La única vez que algo así había pasado, había hecho un berrinche y le había gritado a una mujer que servía en el castillo. Su padre le gritó por horas diciéndole que algún día él sería el Rey y debía comportarse como tal.

Le había dicho que Ilhea no necesitaba un Rey caprichoso sino uno que les brindara honor. Y Khowan siempre había intentado brindarles eso cada día a su pueblo.

Así que por mínimo que fuera, comenzó a quitarles la escarcha a cada ventana de la habitación, incluso las partes altas.

Una vez que terminó caminó hacia la puerta de su cuarto y salió, casi a la misma vez que Kalena a dos puertas mientras se ponía unos guantes. Khowan sonrió al saber que Kalena había hecho lo mismo que él, caso sonrió al ver sus nariz roja por el frío, se acercó a ella sabiendo que ambos iban hacia el mismo lugar.

—Buenos días, Kaly —le dijo a su hermana acercándose a ella con una media sonrisa.

—Buenos días —respondió esta cuando Khowan se acercó —¿Oye, qué haces?

Khowan no respondió, simplemente levantó la mano y comenzó a esparcir el ungüento por la piel de su hermana menor.

—El ungüento está mal esparcido. Sabes que te quemará la piel si no la colocas bien, es una mezcla fuerte, nariz roja —le recordó terminando de esparcir la sustancia cremosa por sus mejillas quemadas por el frío.

—Oh, no lo noté, gracias —le dijo ella acomodando un mechón de cabello obsidiano detrás de su oreja puntiaguda —¿Vamos? Ya deben estar por llegar.

—Tienes razón. No queremos hacerlos esperar.

Comenzaron a caminar por los corredores de piedra hasta llegar a las escaleras y terminar en la Sala del Trono. Pronto su madre junto a Deker se unieron a ellos, caminaron sobre el piso de marmol y piedra azul.

Khowan no pudo evitar fijarse en el sitio donde él había estado tirado, desangrándose por la ahora cicatriz en su estómago. Ahora solo había un suelo totalmente reparado. Lo habían reparado por completo, borrando las marcas que el círculo de hielo que Arani había creado alrededor de ambos había destruido, había dejado las baldosas destruidas debido a ello. Habían cambiado gran parte del suelo debido a la batalla que se había dado allí hace tres meses.

Habían intentado limpiar el charco que su propia sangre había dejado, pero aun así no pudieron. Al final habían cambiado el suelo, no importaba mucho.

Lo que Khowan sí recordaba era cada pequeño segundo desde que esa espada lo cortó. Incluso podía recordar los rasgos duros y a la vez increíblemente delicados de la mujer que lo salvó cuando la máscara se le cayó del rostro.

Siguieron su camino hasta llegar a su trono, se sentó en él, apoyando sus manos a los costados, tocando las cabezas de leones que descansaban al final de los apoyabrazos. A su izquierda se posicionó su madre y su hermana. Unos escalones más abajo Nolan y Deker estaban de pie.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Where stories live. Discover now