XXXI

65 11 5
                                    

174 años atrás

Salió finalmente de la habitación de puerta negra con la mano sosteniéndose el estómago y con la mente nublada de tantos pensamientos y preocupaciones.

Aún así, no se arrepentía de haber ido a ver a la vidente del castillo, un hada salida de la corte la cual se hospedaba en Kainhet desde hace siglos, mucho antes de que ella naciera incluso.

Una mujer muy amable, podría decirse, aunque el hecho de que sea amable no quitaba que podía darte escalofríos estar junto a ella más de cinco minutos.

Solo le habían hecho falta tres para que Brianna saliera completamente espantada del lugar. El corazón le latía más de lo normal y sano por minuto, aún sin creer todo lo que la mujer le había dicho.

—Brianna, ¿Qué haces aquí? —oyó una voz exigente a mis espaldas.

Rápidamente, y con algo de miedo, volteó para encontrarme con Deiron Hillston, uno de los cortesanos de Ero. El hombre había venido al castillo junto a él cuando los Pueblos del Norte fueron derrotados hace tantos años.

Ero le había dicho a su padre que eran casi como hermanos, que habían pasado toda su vida juntos y que Deiron había sido una mente esencial para ganarle a los norteños. El padre de Brianna se lo había creído, y como muestra de agradecimiento hacía su esposo lo había dejado vivir en el castillo una vez lo habían comprometido junto a la antigua Princesa.

Cuando los coronaron a ambos, Ero había terminado haciéndolo parte de su corte, volviéndolo una total pesadilla para todos. Lo había introducido a la familia de cualquier forma posible, él había sido quien había llevado los anillos en la boda, y había hecho que el hombre apadrinara a todos los Príncipes.

Por su parte, Brianna solo podía odiarlo en silencio. No quería que ninguno de los dos le hiciera daño a sus niños. Ya sabía que Ero jamás sería un padre ejemplar y cariñoso. Al contrario...

A él no le importaban sus hijos, él solamente quería soldados útiles y si tenía que deshacerse de uno lo haría sin pensarlo.

A Deiron, simplemente no le importaban. Era igual al Rey.

Observó el rostro serio del hombre frente a mi.

—No sabía que necesitaba el permiso de alguien para andar por mi propio castillo —contestó sacando la mano de su estómago para no dar ningún indicio de nada, al contrario, muestro una imagen cero expresiva y dura —¿Tu que haces aquí, Deiron?

—Yo no necesito darte una explicación sobre absolutamente nada, Brianna. Podrás ser una Reina, pero jamás llegarás a tener el poder de una, siguete engañando —advirtió acercándose un paso más a ella, levantó la cabeza para mirarlo a los ojos —. Aún así, me siento benevolente y te diré qué hago aquí.

—Ilumíname, por favor —dijo con ironía la Reina.

—Vengo a mi visita personal con la vidente —anunció con una sonrisa asquerosa que le advertía de lo que venía a hacer —. Dime Brianna ¿Acaso sabes lo que es acostarte con un hada? Y solo digo hada porque ya te has acostado con un hombre y una mujer, ¡Incluso estando casada! De eso ya sabes bastante ¿no? No importa, te lo diré... Es explosivo, como si te mataran y revivieran a los pocos segundos.

El cortesano le volvió a sonreír y la rodeó para abrir la puerta y entrar dando vuelta la llave por el lado de adentro. Brianna solo miró por un segundo la puerta y suspirando continuó con su camino intentando ignorar la indirecta que lanzó sobre Dinna.

Sacudiendo la cabeza para quitarse todos esos pensamientos, armó su sendero entre corredor y corredor, escaleras y salones llegando finalmente a uno de los salones que estaba cerca de la Biblioteca Dorada. Allí se encontró a dos de sus hijos. Los Príncipes Earl y Erco Kainhet.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Where stories live. Discover now