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Lo primero que la despertó no fueron las palabras susurradas del otro lado de la puerta de madera de la torre. No, claro que no, lo primero que hizo que recuperar su conciencia luego de dormir durante toda la noche fue el dolor en su pecho, el cual había aparecido así de la nada. Sin ninguna razón.

Arani a los primeros segundos de despertar no encontraba razón aparente para ese dolor, la noche anterior se había ido satisfecha del comedor luego de sacar de quicio a Ero. Saber que el Rey estaba tan desesperado por tener información de Ilhea también le había alegrado en una extraña forma, estaba comenzando a preocuparse por la Alianza. El Rey sabía que era muy poderoso, pero que aun así no era invencible, no quería poner a prueba la suerte creyéndose la guerra ganada. Estaban haciendo las cosas bien, estaban comenzando a implantar el temor en la monarquía kiana.

Sumándole a eso, cuando volvió a la torre había un pedazo de pan y un cuenco mediano con agua, eso le había saciado un poco el profundo hambre que se formaba en su estómago.

Por esas simples razones supo que el dolor en el pecho, casi como si su corazón doliera, no era a causa de ella. Algo le ocurría a Khowan, ese dolor, preocupación venían de él, sentidos por el mismo Rey de Ilhea.

Arani estuvo a punto de meterse a su mente e ir a esa especie de prado que ambos compartían y preguntar o averiguar por sí misma qué demonios le ocurría. Porque aunque no le estaba ocurriendo en ese momento a ella, lo sentía como si realmente le pasara.

Era la primera vez que experimentaba eso. No quiso pensar que habría sentido Khowan cuando esta situación era al revés.

Estuvo a punto de averiguar qué había sucedido en Ilhea o con Khowan para que estuviera en ese estado, pero antes de siquiera poder concentrarse para volar hacía ese lugar la puerta de la torre se abrió y en ella apareció Edric, el cuarto Príncipe, y posiblemente uno de los más insoportable de todo ellos.

El Príncipe entró a la torre con una media sonrisa, eso le hizo saber a Arani que algo malo iba a ocurrir.

—Asesina, espero que tu día esté yendo de maravilla —habló con sarcasmo y sorna, mientras él hablaba ella se recompuso y apoyó su espalda contra la pared.

—Lo ha sido solo desde que te he visto, Edric —respondió con el mismo tono, pudo ver como él Príncipe arrugaba la nariz de puro desagrado.

Como siempre, iba vestido con su ropa de batalla. Pantalones de cuero negro con botas que casi brillaban igual que un diamante. Una chaqueta del mismo color que los pantalones decorada con detalles de oro. El cabello blanquecino le caía por los hombros, casi tan largo como el que ella tenía. La mitad de este estaba amarrado en una coleta con dos trenzados pequeños que le caían por los costados, y para cerrar una barba algo espesa en su rostro acompañada por esos ojos celeste pálido con sed de sangre.

En fin, todo un guerrero.

—Tan condescendiente como siempre.

—No me daría el gusto de menos que eso —sonrió falsamente mientras miraba la mano derecha del hombre en la puerta.

El brillo del diamante de sangre resplandecía en su dedo anular, el anillo de los Príncipes le llamaban todos. Un anillo de oro mezclado con polvo de diamantes y un diamante de sangre adornándolo. No solo representando el color distintivo de la nación, sino también el color del poder de todos ellos.

Arani recordaba a la perfección, cuando ella era muy pequeña, como había llorado en el regazo de Mary preguntando miles de veces porque su padre no la quería como al resto de sus hermanos, que porque ellos tenían un anillo como ese, riquezas, poder, reconocimiento y ella solo vivía en la cocina con los demás esclavos.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Where stories live. Discover now