XXIII

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene contenido un poco más fuerte de lo normal, y es mi deber decirte que lo hay, a partir de los *** empieza tal escena, así que queda en ti seguir leyendo o no.

Te amo, Mila <3

Ero la mantenía agarrada del brazo con una fuerza bestial que siquiera sabía que el Príncipe tenía, la arrastraba corredor por corredor, escalera por escalera sin siquiera sentir aparentemente los forcejeos de ella que se retenía una y otra vez para evitar llegar a esa puerta de hierro.

—¡Basta! ¡Detente! —le gritó sabiendo que ya estaba cada vez más cerca de su más grande infierno.

De repente, el Príncipe y Comandante de Kainhet se detuvo de golpe y giró a mirarla con una mezcla de odio y furia, él le habló muy cerca del rostro el cual seguía botando sangre del labio y parte de su mejilla debido a la bofetada del rey.

—Debiste pensarlo mucho antes de cortar a mi padre —le gruñó en voz baja, Arani no quiso aceptarlo pero tenía miedo en el fondo.

El lugar que más odiaba de Kainhet era ese cuarto, y estaba yendo a él justo ahora. No tenía miedo, estaba malditamente aterrada.

El Príncipe continúo arrastrandola hasta que a varios metros vio la puerta. Su corazón comenzó a latir tan rápido que pensó en que podría morir de algo debido a eso, no le hubiese importado con tal de no entrar a esa habitación de cuatro paredes y miles de torturas.

Estaba tan cerca que incluso podía sentir el dolor.

Sé valiente, mi Reina de Hielo...

Todo se detuvo por un segundo cuando oyó esa voz en su oido. Era la voz de su madre, volteó la cabeza y miró hacía todos lados, pero ella no estaba en ningún lado. Pero ella se lo había dicho.

Sé valiente, mi Reina de Hielo... Los verdaderos Kainhet son poderosos y jamás son olvidados, como tú.

Otra vez, y otra vez, hasta que dejó de oírla cuando la voz de Ero se superpuso.

—Bienvenida al cuarto del pánico, Hermanita —murmuró el Príncipe con una sonrisa formándose en su rostro, una terrorífica sonrisa.

Arani se armó de valor y guardó las palabras de su madre, las necesitaría.

—Conozco el cuarto del pánico. Y no podrás romperme, buena suerte intentándolo —lo desafió y el agarre en su brazo aumentó, si es que eso era posible, hasta hacerla retorcerse por dentro.

—Un día, romperé ese corazón de hielo y nadie te recordará jamás, Arani.

—Te equivocas, soy una verdadera Kainhet, y los Kainhet jamás olvidan ni son olvidados, Ero —sonrió con suficiencia, vio en el rostro del Príncipe que había entendido cada una de sus palabras.

Arani y todos en el palacio sabían a la perfección la historia de los Kainhet anteriores, sus formas de vivir y reinar que no eran nada parecidas a las del actual Rey. El cual ni siquiera había sido un Kainhet nunca, él había tomado el apellido al casarse con su madre. No era un Kainhet...

Todos los Príncipes eran un vivo calco del Rey, no eran unos Kainhet; todos ellos menos Erik e Ihan.

El rostro de Ero se deformó en un segundo por una mezcla de tristeza y furia, como si no pudiese decidir qué sentir en ese momento. Seguía apretandola del brazo como si fuera un reflejo de su momento pérdido.

—Estoy segura que nuestra madre te amó muchísimo, más que a ella misma incluso —dijo incluyéndose, era su madre también siempre lo había sido —. Pero también te aseguro que en este momento, ella debe estar muy decepcionada de ti.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Where stories live. Discover now