XVII

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Los brazos la mantenían sujeta y aprisionada, tanto que sabía que quedarían marcas rojas en sus dos brazos cuando la soltaran finalmente. La arrastraban por los corredores a pesar de que ella intentaba clavar sus pies al suelo de los corredores. Pataleaba, golpeaba, se movía, insultaba y aún así no podía soltarse, no podía moverse ni un maldito dedo para lograr escapar.

Esta vez la tenían muy bien sujeta, y aunque ya había aceptado que la tenían, no quería rendirse, no quería pensar en que si dejaba de moverse quizá perdía la oportunidad de escaparse. Quizá le faltaba solo un empujón más, un codazo más, o cualquier cosa. Pero no quería dejar de intentarlo...

Porque el "si hubiera..." la mataba más que moverse justo ahora y hacerse daño con tal de intentar escapar.

Supo que cada vez estaba más cerca de ese horrible lugar, de esa habitación al final de la torre Norte, esa habitación en la que había estado encerrada toda su vida.

La habitación en la que la recluyeron de toda la vida afuera, donde le hicieron pensar que los calabozos no eran tan malos como ese lugar. Y aún peor...

Donde habían matado y dejado a Kara la última vez que estuvo allí. Sobre su cama, despedazada, irreconocible. Como si no fuese nada más que carne, huesos y tela manchada de rojo carmesí.

Cuando vio el retrato del campo de rosas del río la sangre en su cuerpo comenzó a correr mil veces más rápido que antes; su corazón aún seguía golpeando contra su pecho a la misma velocidad que los tambores que seguían sonando en las arenas. No le sorprendería si ahora mismo saliera de su cuerpo y saliese corriendo lo más lejos posible...

Le tendría envidia de ser así, porque al menos su corazón estaría libre.

Arani solo sabía una cosa.

Estaba muy asustada ahora, demasiado como para controlarlo. Podía tenerle miedo a muchas cosas, a Kainhet, al Rey, a sus Príncipes y a lo que eran capaces, a fallar en su misión...

Pero si a algo le temía más era a dos cuartos de ese castillo maldito, esa torre y el cuarto de pánico.

Les temía muchísimo. Pero sabía que si dependía de ella, estaría en esos lugares toda la eternidad que le quedase con tal de que no mataran a ninguna de las personas que ella quería.

Así que cuando vio la puerta de madera al final del corredor, dejó que su cuerpo se aterrara lentamente, y siguió luchando por escapar. Pero se decía a sí misma que saldría de esta una vez más.

Había vivido en Kainhet durante noventa y dos años y había sobrevivido. Había vivido un infierno allí, sí, le habían hecho cosas que ella hubiese preferido olvidar por siempre, pero había salido viva de todo eso. Había sobrevivido dos años a Ikhia y había salido viva. La habían torturado hasta el cansancio, habían esperado que sus heridas sanaran para continuar y asegurarse de que no moriría, pero había salido viva de todo eso.

Saldría viva de esto también.

Y si no lo hacía, al menos se aseguraría de llevar al otro mundo al Rey y a los Príncipes.

Así que cuando abrieron la puerta y la lanzaron dentro para luego volver a cerrar y dejarla aprisionada dentro de esa habitación circular no lloró. Tomó aire y lentamente, intentando reunir las fuerzas que aún le quedaban en el cuerpo se puso de pie.

Primero apoyó una rodilla, y con ayuda de sus manos comenzó a incorporarse lentamente y con cuidado a no dañarse más de lo que ya estaba. Soltó un pequeño quejido al sentir el dolor abalanzarse por cada fibra de su cuerpo y se detuvo un momento para recuperarse de eso. Pero no para siempre.

Siguió su camino y se enderezó completamente, luego comenzó a voltear lentamente y tragó sus miedos para usarlos de energía de alguna forma.

Subió la mirada y vio la habitación que le había pertenecido, si podía decirse, durante tantas décadas.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Where stories live. Discover now