XXVIII

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Al abrir sus ojos todas las imágenes de la noche anterior vinieron a su cabeza. Y al instante, el asombro de sus acciones le cayó como un río de agua helada, se sentó en el medio de su cama y llevó una de sus manos a sus labios para tocarlos. Estaban igual que siempre, pero Kalena podía jurar que incluso podía sentir la sombra de los labios de Nolan besándola como si quisiera probar todo solamente desde sus labios.

Por los Dioses, había besado a Nolan. Él la había besado, se habían besado.

Se quedó mirando un punto fijo, rememorando una y otra vez la escena. Lo que sintió, absolutamente todo.

No besaba a nadie desde hacía doce años. Y que los Dioses la perdonasen por besar al Comandante de su hermano, pero le había gustado. No, le había malditamente encantado.

Anoche, luego de que Nolan había salido de su habitación se comportó como una estatua, se quedó allí parada durante largos minutos y cuando se movió no parecía reaccionar. Se quitó la ropa con una lentitud tortuosa y se puso ese camisón todo manteniendo su estupefacción.

Había besado a Nolan.

Vio a Nigel recostado boca arriba sobre la alfombra celeste y verde que había mandado a traer. Las alas del grifo estaban abiertas y pegadas al suelo mientras este descansaba como si fuese el momento más cómodo de su vida. Sacó las mantas y pieles de encima de su cuerpo y dando un silencioso suspiro se puso de pie con una pequeña mueca de molestía.

Estaba mejorando poco a poco.

Ayer había podido hablar, caminar mejor, poco a poco, comenzaba a recuperar su vida. En cualquier momento estaría tomando una espada y un arco con flechas nuevamente.

Caminó lo más normal que pudo hasta su ropero y tomó un vestido blanco. Lo subió por sus piernas y ató los botones delanteros con algo de molestía cuando llegó al último necesitando subir el brazo dañado. Luego del vestido, comenzó a ponerse la pequeña pechera dorada para luego colocar encima la capa forrada con piel. Acomodó su cabello un poco e intentó colocarse los artes en las orejas puntiagudas. Cuando estaba saliendo de allí, oyó la voz de su madre en su habitación mientras la puerta se abría.

—¿Kaly? ¿Estás aquí? —preguntó la voz dulce y maternal.

Su madre la buscó con la mirada hasta que la vio salir del ropero arreglada.

—Ay mi niña, te ves hermosa —dijo su madre acercándose a ella y acunando su rostro —. Me alegra saber que puedes comenzar a moverte por ti sola.

Kalena le sonrió para comenzar a caminar lentamente hasta la mesita que estaba cerca de su cama, allí, la esperaba la pequeña libreta que usaba para comunicarse últimamente. Sabía que podía hablar un poco, ayer había dicho varias palabras, pero pensó que mientras más descansase su voz antes volvería a tenerla. La puerta volvió a abrirse, giró hacía ella viendo como Bess la traspasaba junto a una humana que llevaba unos platos mientras la morena llevaba otros. Una vez que dejaron todo en la mesita la humana las dejó solas con un cordial saludo.

—Trajimos el desayuno —habló la morena sonriendole mientras se acercaba a la mesa que estaba cerca de la chimenea.

Kalena viendo la intenciones de su madre y amiga sacó la capa de pieles y la pechera dorada de su cuerpo y la dejó sobre la cama, no la necesitaría estando dentro de su habitación que estaba cálida y habitable. No como el exterior y algunas zonas del castillo las cuales eran imposibles de climatizar.

Caminó hacía la mesita y su madre la siguió, cuando las tres estuvieron sentadas comenzaron a comer su desayuno. Las que más hablaban eran su madre y Bess, Kalena respondía mediante su libreta y en ocasiones preguntaba otras cosas.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Where stories live. Discover now