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Cuando estuvo nuevamente frente a la puerta de Jeno, su poca seguridad se esfumó en un santiamén. Se replanteó lo que estaba haciendo en esa casa, lo que estuvo experimentando en esas semanas y todas las palabras de sus amigos junto a las de su madre.

En ese punto, lo que pensaba y sentía iban en dos direcciones completamente opuestas.

El temblor en su mano le dificultó el poner la llave y abrir la puerta. La otra sujetaba con tanta fuerza la botella que pensaba que podría romperse en cualquier momento.

No estaba seguro de si era solamente su mente sugestionándolo o que en verdad el ambiente se sintió más pesado una vez que entró en aquel lugar.

La habitación aún estaba desordenada pero en un mejor estado que semanas atrás. Lo que había estado roto fue remplazado, como si de esa manera se quisiera borrar el derrumbe que sucedió en ese cuarto. Ni remodelando todo el cuarto podría repararse los recuerdos y sentimientos.

Jeno se encontraba sentado en el alfeizar de la ventana, manteniendo su espalda contra el cristal pero su cuello girado para poder ver por la misma. El jardín y la entrada de la casa Lee eran visibles desde ese punto. Suponía que debido a ello este no parecía sorprendido de verle en aquel lugar. Tuvo que verlo llegar.

— Taemin dice que debes de comer... — Su voz sonó mucho menos segura de lo que quiso mientras se acercaba a este y le extendía la botella.—

El pelinegro finalmente posó sus ojos sobre él por unos segundos, haciendo que cada músculo en su cuerpo se tensara. Su vista bajó lentamente hasta la botella, tomándola con cuidado entre sus manos.

— No tengo hambre en realidad...

— Jeno...

— No sé que es lo que Donghyuck te haya dicho para que estés aquí, Jaemin. Pero no es necesario que hayas venido. De verdad. — Este le sonrió, tratando de mostrar una alegría que era inexistente. — Debo admitir que desde que te conozco, alejarte de mí ha sido lo más inteligente que hiciste.

Sus palabras atravesaron su pecho como balas. Tronó sus dedos sintiéndose nervioso antes de caminar hasta donde estaba y sentarse a su lado. Lo suficientemente cerca pero no tanto como para que realmente pudieran llegar a tocarse.

— Sabes que siempre odie cuando hablas de ti como si fueras basura. — Jaemin observaba la habitación siendo iluminada por las luces del atardecer entrando por la ventana. — Perdón...

— No creo que haya algo de lo cual tú debas disculparte.

— Sí lo hay. — Suavemente apoyó su cabeza contra el cristal y le miró con sus ojos ligeramente vidriosos. Incluso con la vista tan borrosa, podía notar las enormes ojeras que demacraban el rostro del mayor. — Desde que nos conocimos, siempre estuviste ahí para sostenerme y consolarme cuando me derrumbaba por lo que estaba pasando. Lamento no haber podido hacer lo mismo por ti. No quiero oír nada al respecto de eso. No me lleves la contraria ahora.

Vio una pequeña sonrisa aparecer en los labios ajenos, casi imperceptible mientras que los ojos de este aún seguían fijos en la botella entre sus manos.

Bajó su cabeza ligeramente, manteniendo ahora su vista en sus pies ¿Qué tan mal o bien estaba aquello? No lo había considerado demasiado antes de venir. Solamente el impulso de hacer la llamada y pedir que le trajeran. La situación había dado vueltas en su mente sin descanso alguno pero justo ese momento fue obviado por completo. Quizás alguna forma extraña de autodefensa en su cerebro.

— No puedo mentir diciendo que lo sucedido no me afecta, me aterra o me da escalofríos... regresar a esta casa me pone la piel de gallina y me da muy mala espina... pero no puedo culparte por ello. Estoy seguro de que esas personas, estén dónde estén, tampoco lo hacen.

Bloody Drops || NominWhere stories live. Discover now