Capítulo 2

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El desconocido

Amaia, 17 años.

—Lo logré.

Solté un suspiro, victoriosa, aunque cansada. Parecía que había corrido una maratón y solo habían sido unas pocas cuadras, tenía que mejorar mi estado físico.

Me apoyé en la pared que tenía detrás y al segundo me arrepentí pues, la mayor parte del lugar estaba cubierta de polvo y telarañas.

Me encontraba en una vieja construcción abandonada, no era lo más seguro del mundo pero, esta casa había sido desalojada hace mucho tiempo y sus dueños no se habían molestado en cuidarla o venderla.

La descubrí un día mientras caminaba en dirección a la tienda de víveres, un perro empezó a seguirme y me asusté ya que, temía que me mordiera. Por impulso, golpeé con fuerza la puerta de la casa y se abrió; permanecí allí unos minutos, asustada, hasta que el canino se aburrió y se fue.

Desde entonces, la había convertido en mi lugar secreto, a nadie se le ocurriría entrar a una propiedad que no era suya y que estaba en tan pésimas condiciones. Bueno, solo a mí.

Me encargué de limpiarla y hacerla lo más habitable posible. Tenía mobiliario, propiedad de sus antiguos dueños, aunque no lo usaba mucho porque nadie me acompañaba, ni siquiera Melissa, mi mejor amiga.

No necesitaba más que eso, algunas tardes acudía allí a estudiar, ver alguna película o serie sin tener a mi hermano menor molestándome o por la simple razón de relajarme sin hacer nada.

Me gustaba pensar que ese sitio me daba cierta libertad, aquello explicaba la razón por la que había acudido.

Una vez que descansé, me dispuse a comer el pequeño pastel que tenía entre mis manos.

—El chocolate es lo mejor —murmuré deleitada por el sabor.

—La vainilla es superior.

Al escuchar aquella voz me quedé paralizada con el pastel cerca de mi boca.

Pensé en que quizá había escuchado mal o algún ruido de la calle se coló por la ventana aunque eso sería imposible ya que, estaba tapada con varias tablas de madera. Descarté esa opción, por otro lado, la calle donde estaba ubicada la casa no era muy transitada, no había niños cerca o algún parque que provocara ruido. Además, en todo el tiempo en el que había asistido al lugar nunca me había topado con nadie.

Con lentitud, giré hacia el lugar donde intuía, provino esa voz.

No sabía si esperaba encontrar a un potencial ladrón o asesino pero, el chico que tenía frente a mí no me transmitía esa vibra, aunque, caras vemos intenciones no sabemos.

Era alto, delgado y un poco desgarbado. Iba vestido con una sudadera negra y pantalones del mismo color, unas converse azul marino y el cabello oscuro hecho un desastre.

Me quedé observándolo un momento pero, no se me hacía familiar. Debió incomodarle mi análisis por lo que enmarcó una ceja.

—Hola, ¿Estás bien? —preguntó.

Eso me hizo reaccionar.

—¿Quién eres tú? —cuestioné.

—Es de mala educación preguntar eso sin antes presentarse —recalcó.

Pensé que estaba bromeando pero al ver que no respondía, me presenté.

—Soy Amaia —respondí—. ¿Y tú?

—No le doy mi nombre a desconocidos, es peligro —contestó.

Humorista resultó.

—Pero, yo te dije el mío —reclamé.

Anhelos Arrebatadosحيث تعيش القصص. اكتشف الآن