Capítulo 18

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Despedidas amargas

Amaia, 17 años

Era una mañana tranquila, desperté después de haber tenido una noche relajante de sueño, me senté sobre mi cama y busqué a tientas mi teléfono, sin embargo, me sorprendió no encontrarlo en la mesa de noche.

Empecé a buscarlo entre las sábanas, el suelo y el escritorio. Incluso, fui al baño pero, no encontré nada.

Alarmada, repasé todo lo que había pasado el día anterior en la fiesta, no obstante, tenía el recuerdo nítido de haber traído mi teléfono.

No quise darle tantas vueltas al asunto y decidí salir a la sala para ver si lo había dejado en la entrada. Abrí la puerta de mi habitación y avancé, no obstante, me sorprendió encontrar a mis padres.

Mamá estaba sentada mientras mi padre tenía una mano sobre su hombro y le susurraba algo.

—Buenos días —saludé.

Al escucharme se sobresaltaron y en el momento en que me observaron supe que algo iba mal pues, tenían el dolor reflejado en la mirada.

—¿Pasó algo? —Pregunté— ¿Tommy está bien?

Mamá asintió y en ese instante vi lo que tenía entre sus manos.

—¿Por qué tienen mi teléfono? —inquirí.

Papá se aclaró la garganta y se acercó a mí.

—Lo tomamos de tu habitación hace unas horas —explicó—. Ha ocurrido algo y no queríamos que te enteraras por otros medios.

Toda esa situación me parecía demasiado extraña, nunca habían hecho eso.

—¿Qué pasó?

—En la madrugada, hubo un accidente automovilístico—dijo mamá y tomo un largo suspiro mientras lagrimas caían por sus mejillas — Melissa iba en uno de los vehículo.

—¿Cómo está? —Pregunté y notaba como mi voz se volvía más desesperada—. ¿Es grave? ¿En qué hospital está?

Mamá tardo unos segundos en responder por lo que el miedo se apoderó de mí.

—¿Ella está bien, cierto? —inquirí, temerosa por la respuesta.

Mi madre volteo a ver a mi padre con impotencia, por lo que él se aclaró la garganta.

—Lo siento, hija.

Me quedé paralizada, no podía procesar lo que acababa de pronunciar mi padre, me negaba a creerlo.

—No, eso no es cierto —dije y podía notar como se entrecortaba mi voz.

Papá me rodeo los hombros con sus brazos para guiarme hasta el sillón y empezó a relatarme con más detalle los acontecimientos.

Al parecer, cerca de las dos de la madrugada, dos jóvenes estaban atravesando una avenida de la ciudad cuando se desviaron de su carril y otro conductor, el cual se sabe iba dormido, no pudo darse cuenta y provocó una colisión.

El resultado, el fallecimiento de una joven estudiante de diecisiete años.

Melissa.

Eso no fue todo, resulta que el conductor que iba con ella era Gael.

Según las declaraciones de la policía, tanto Gael como Melissa iban borrachos y lo que había marcado la diferencia entre la vida y la muerte de ambos fue el cinturón de seguridad.

Gael lo usaba, Melissa no.

Esa fue la razón por la que, debido al impacto, mi amiga atravesara el parabrisas y terminara muerta unos metros delante de ambos vehículos.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now