Capítulo 11

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La casa

Amaia, 17 años

Las semanas pasaban sin mayor novedad, Melissa se había sentido muy desanimada por lo que la mayor parte del tiempo trataba de pasarlo a su lado. Eso evitaba que el sentimiento de traición creciera y poco a poco, mi amiga volvió a mostrar un ápice de felicidad. No creía que la traición de Gael le afectaría tanto.

¿Cómo era posible que alguien que te había dado tan poco de su consideración lograba que sufrieras al no tenerlo?

Hubo ocasiones en las que, tras haber pasado un día divertido entre carcajadas y haber hecho una pijamada en mi casa, la escuchaba sollozar en la madrugada. Otras veces, cuando íbamos al centro y coincidía con la hora de salida de muchos universitarios, la sorprendía observando hacia el grupo de Gael, no obstante, nunca obtenía su atención. Según ella, lo había bloqueado por todos los medios, no tenía certeza de que aquello fuera cierto, aun así, no insistía.

Los exámenes finales se acercaban por lo que eso ayudaba a que dedicará su atención a otras cosas. Eso también se aplicaba para mí ya que, el tiempo que pasaba con Leo se había reducido.

¿Cómo se podía extrañar a alguien que habías visto hace apenas un par de días?

La campana anunció el fin de mi última clase, por lo que me apresuré a recoger todo y guardarlo en mi mochila. Salí del salón y al llegar a la puerta principal, me encontré con Leo.

Él me estaba esperando, lo cual se había convertido en una costumbre. Tenía una expresión de sorpresa al verme y sostenía un paraguas debido a la lluvia.

—¿Y tus libros? —preguntó.

—Los llevé todos ayer, Meli me ayudó.

—Pobre de tu amiga.

—Oye, no son muchos —dije, diez era un número razonable.

—Sí, lo son y pesan bastante —comentó.

Negué con mi cabeza y él sonrió.

Caminamos tomados de la mano mientras él me contaba acerca de un proyecto de filosofía que no le agradaba.

—Todo es muy confuso además, no me interesa saber algo que dijo alguien hace miles de años.

—Quizá así se te pega un poco de su inteligencia —lo molesté.

Él me observo indignado.

—Mi promedio es excelente —indicó.

—¿En serio? —inquirí.

—Ignoraré el tono de sorpresa.

—Como casi nunca hablamos de tus clases —me excusé.

—No creo que sea muy interesante, te aburrirías —dijo—. Tus historias son mejores.

Esbocé una pequeña sonrisa, habíamos avanzado bastante y cuando llegamos a su casa, nos detuvimos.

—¿Quieres entrar? —preguntó.

—¿Estás seguro?

—Sí, la otra vez no pude hacerte un recorrido como se debía —dijo—. Ven.

—No quisiera incomodar —dije, recordando la conversación donde él me dijo lo que pensaba su madre de las visitas.

Leo pareció leer mi mente por lo que añadió.

—Mi mamá no está, se fue de viaje con Joaquín —aclaró mientras tomaba mi mano y me guiaba a la entrada—. Solo mi hermana Marie está en casa, ella es un encanto.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now