Capítulo 28

18 0 0
                                    

Trabajos y fiestas

Amaia, 19 años

Estaba en mi habitación guardando las cosas que necesitaba para ir a casa de Kim. Ella había enviado la ubicación al grupo que compartíamos, quedaba a una distancia considerable y mi bicicleta estaba en el taller debido a que una llanta se desinfló, por lo que tendría que buscar otro medio de trasporte.

Mi primera opción habría sido coger un bus, no obstante, papá estaba en casa. Había montado un estudio improvisado en la mesa del comedor apenas volvió de su trabajo.

Una vez que tuve todo guardado, salí a la sala para hablar con él.

—Hola, papá —saludé.

—Hola, hija —dijo y noté cansancio en su voz.

—Me preguntaba si podrías llevarme a casa de una compañera, tenemos un trabajo que hacer.

—Déjame ordenó esto y nos vamos —dijo.

Se lo veía estresado, tenía la camisa arremangada hasta los codos y frente a él se desplegaban varios papeles junto a una calculadora.

—¿Son del trabajo?

—No, estoy revisando las facturas de la casa —dijo y suspiró.

Al ver más de cerca noté las cantidades que había anotado y estaba segura que habían más egresos que ingresos.

La situación económica de mi familia siempre había sido superior a la media, con mis padres trabajando y obtenido un sueldo alto, teníamos la gracia de no pasar necesidades. No obstante, debido a la situación de mi madre, los ingresos se redujeron. Papá vendió su auto y lo cambio por uno más económico, ahora trabajaba horas extras para poder compensar los gastos del hospital, la casa, el sueldo de Emma, las colegiaturas de mi hermano y mía, entre otras cosas. Él era el único sustento de la familia.

—Podría conseguir un empleo —dije.

—No es necesario, solo concéntrate en tus estudios —dijo papá—. Ya veré la manera de cubrir los gastos, aún hay turnos disponibles...

Lo detuve.

—No, pasas día y noche en la oficina por lo que tu agotamiento es notorio—dije—. Podrías enfermar.

Eso último lo dije en voz baja, no podría soportar si a papá también le pasaba algo por forzar sus límites y ni pensar en cómo afectaría a Tommy. No podía dejar que eso sucediera.

—Hija, no me pasará nada —dijo—. No tienes que comprometerte.

—Muchos de mis compañeros trabajan a tiempo parcial, es hora de que yo también contribuya —dije.

—No es tu responsabilidad.

—Quiero ayudar, pagaré mis gastos y parte de mi colegiatura —dije—. Tú me dijiste que era bueno aceptar ayuda, quiero ayudarte.

—No es necesario —insistió.

— Empezaré a buscar —dije—. Además, eso me dará algo que hacer, me has dicho que no es bueno que solo pase en casa.

Papá soltó un suspiro.

—Bien, trata de que no afecte tus estudios, si lo hace debes dejarlo —dijo—. Promételo, Amaia.

—Te lo prometo —dije.

Él me observó durante un largo momento y luego solo me acarició el cabello.

—Bien, vamos, te llevaré.

Salimos de casa y nos encaminamos al coche. Una vez dentro, le mostré la dirección y avanzamos.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now