Capítulo 6

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Charlas de medianoche

Amaia, 17 años

—¿Lo resolviste? —pregunté.

Melissa alzó su mirada y negó con su cabeza. Ella estaba recostada sobre mi cama, varios libros la rodeaban y sujetaba con su mano un lápiz que no dejaba de mordisquear.

Estábamos en mi habitación, nuestra tarde se había resumido a ella intentando resolver un taller de matemática, mientras que yo completaba una presentación para la clase de biología.

Solté un suspiro y regresé mi vista hacia la computadora donde había estado leyendo varios artículos sobre las enzimas para resumirlos y agregarlo al proyecto.

—Me rindo, dejaré esto por un rato —exclamó Melissa mientras arrojaba el lápiz—. Vamos a tomar aire, tantos números me están asfixiando.

Reí ante su comentario, me quité los lentes y salimos de la habitación.

Nos dirigimos hacia el patio delantero y allí tomamos asiento sobre el césped. El ocaso había caído por lo que la vista que teníamos frente a nosotras era hermosa.

—La semana previa a los exámenes es insoportable —comentó mi amiga.

—Sí, todos los maestros nos llenan de trabajos —coincidí.

Al parecer, todos se ponían de acuerdo para tomar lecciones, talleres o trabajos grupales, cuyas calificaciones eran necesarias para completar el promedio.

—Necesitamos vacaciones —dijo Melissa mientras se acomodaba su oscuro cabello.

Estaba por contestarle cuando el sonido de una notificación nos interrumpió.

—¿Quién es? —pregunté.

Ella observó su teléfono y lo guardo con rapidez. Antes, era del tipo de personas que decían que la vida se vivía mejor mientras más alejada estuvieras de eso aparatos, no obstante, eso había cambiado. En receso o cuando veíamos alguna serie, lo llevaba consigo y lo revisaba con frecuencia.

—Nada importante, solo mamá, está en modo apaciguadora —dijo.

—¿Por qué?

—Discutí con Lily.

Aquello tenía sentido.

—¿Lo de siempre?

—Sí, he tratado de tolerar el hecho de que ella y mi madre aun quieran a la persona que nos abandonó pero, no que traten de que yo también lo haga —dijo—. Ni siquiera lo conocí, lo único que vi fue lo que dejo a su paso; mi madre destrozada y trabajando miles de horas extras para cubrir los gastos de la casa y poder darnos algo que comer. Eso es lo que trato de decirle a Lily pero ella insiste en que no se bien la historia.

La persona a la que se refería era su padre, alguien que se marchó antes de que Melissa naciera y que no había vuelto a contactarlas. A Melissa le molestaba que su madre y hermana aun lo esperaran y lo que según ella era peor, que lo quisieran.

—¿Cómo te sientes? —pregunté, a pesar de que pensaba que tenía razón en enojarse, sabía que a Melissa le afectaba esas discusiones.

—Ya estoy acostumbrada —dijo y en ese instante, señalo algo a mis espaldas—. Mira quien viene por ahí.

Observé en la dirección que me indicaba y me vi que se trataba de Leo. Él iba caminado con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera oscura. Parecía distraído.

—¿Ya no tiene el parche? —preguntó mi amiga.

—Se lo quitaron ayer —respondí.

Era común verlo, de hecho, cada día me encontraba con él y charlábamos. Siempre empezaba sus conversaciones presentándome escenarios ficticios donde yo debía darle una respuesta original, debo decir que había empezado a gustarme.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now