Capítulo 14

21 0 0
                                    

Cumplidos Poéticos

Amaia, 17 años

Era pasada la medianoche y desperté agitada debido a una pesadilla, por lo que me senté mientras intentaba regular mi respiración. Cuando ya había pasado la impresión inicial, me puse de pie y salí de la habitación en busca de un vaso con agua.

Mientras caminaba por el salón, sentí la mirada de alguien a mí costado, me detuve y al voltear, observé en lo alto de las escaleras a mi pequeño hermano.

—¿Qué haces despierto a estas horas, Tommy? —pregunté en un susurro.

Él agachó su cabeza y empezó jugar con el peluche de dragón que tanto le gustaba.

—No puedo dormir —susurró—. ¿Puedes leerme un cuento?

Sabía que no podía resistirme a esa carita angelical.

—De acuerdo, vamos a leer —dije, resignada.

Él esbozo una pequeña sonrisa, subí las escaleras y tomé su mano para guiarlo de vuelta a su habitación.

Una vez dentro, lo arropé y me acerqué al estante donde había una serie de libros infantiles.

—¿Cuál quieres? —pregunté.

—El de dragones.

No me sorprendió.

—Ya lo has leído más de diez veces, de seguro te lo sabes de memoria —dije, hasta yo me sabía aquella historia.

Mi hermano hizo un puchero.

—Por favor —añadió.

Sonreí y cogí el dichoso cuento. Me senté al filo de la cama y empecé a leer.

—Había una vez, en una colina cerca del norte, donde habitaba una familia de dragones...

La historia trataba de un joven dragón llamado Henry, quien tras desobedecer la orden de sus padres de no salir de los límites de su hogar, se escapaba en busca de aventuras. En el camino, se topaba con criaturas malvadas que lo perseguían para hacerle daño, por lo que se da cuenta de que la advertencia que le hicieron era real y decide volver a casa, allí se reencuentra con sus padres quienes lo buscaban de forma desesperada.

La moraleja era obedecer las órdenes de nuestros padres, pues, muchas veces las hacen con el fin de protegernos.

—Y así, vivieron felices —concluí.

Observé a Tommy quien estaba bostezando y tenía expresión somnolienta.

—Me gusta, pero, al dragoncito le falta algo —comentó mi hermano.

—¿Qué le falta?

—Una hermana —dijo—. Se debe sentir solito, yo te tengo a ti, él también merece una.

Sus palabras me provocaron ternura. Si bien, teníamos nuestras diferencias como cuando se ponía molestoso e intentaba dañar mis cosas, ese pequeño de cabello castaño y sonrisa con hoyuelos era mi debilidad y a la vez, lo que más a amaba.

—Te amo tanto, pequeño —dije mientras lo abrazaba.

Él me devolvió el abrazo.

—Yo también te amo. Mucho, mucho.

Después de aquello, le di las buenas noches y salí de su habitación. Ahora con el corazón cargado de amor.

Cuando volví a mi habitación, me disponía a ir a la cama no obstante, un visitante ya conocido me lo impidió.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now