Capítulo 34

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Conversaciones pendientes

Leo, 20 años

Un par de días pasaron antes de que volví a ver a Amaia. Lo ocurrido en la casa abandonada había provocado que muchas de las ideas que tenía se vieran distorsionadas, no creí que ella tomaría esa iniciativa.

Esperaba que aquello no significara que tenía que volver a iniciar de cero con ella. En los días posteriores habíamos interactuado un poco mediante mensajes, con cosas sencillas como compartirnos videos graciosos o recomendar películas.

Ambos habíamos optado por no hablar del suceso. Como un acuerdo tácito.

Levanté mi muñeca y observé el reloj, era poco más de las siete de la noche, todo el día había pospuesto el ir a visitar a Amaia. De hecho, gran parte de la tarde me llevó conseguir los materiales para una sorpresa que llevaba días planeando.

Observé la bolsa cerca de la puerta de entrada y eso me dio el impulso para salir e ir a encontrarme con ella. De pequeño, siempre que me daban una mala noticia venía acompañado de un regalo de cualquier tipo;  juguetes, pinturas, consolas y así. Por alguna razón, aquello se había quedado en mí por lo que siempre que sentía que había arruinado algo con alguien, buscaba compensarlo con algo más. No sabía si estaba bien o mal solo que sentía que si después de pasar un mal momento llegaba sin nada, no era correcto y no merecía que me disculparan.

Caminé el corto tramo que separa nuestras casas. Al acercarme me percaté de que Amaia estaba en el jardín junto a su hermano. Al ver sus expresiones intuí que algo malo sucedía pues, el pequeño estaba con la cabeza agachada mientras Amaia trataba de explicarle algo aunque, ella  también tenía el rostro marcado por la tristeza.

Dude en acercarme ya que no quería interrumpir un momento íntimo. No obstante, ella volteó y me observó. La perplejidad en su rostro era obvia, por lo que no quise seguir extendiendo aquello así que decidí acercarme.

—Hola, familia Bramson —salude alegre, tratando de mejorar el ambiente.

—Hola, Leo.

Su hermanito solo se limitó a mirarme una vez y empezó a alejarse para entrar a su casa.

En ese momento, recordé lo que había comprado y tuve una idea.

—Tommy, ¿Te gustan los juegos?

El rostro del niño cambio de inmediato, podías notar la emoción ante lo que le dije.

—Sí, mucho —exclamó.

Saque varios paquetes de luces que tenía y se los mostré.

—Pues hoy es tu día amigo, vamos a jugar.

El asintió animado mientras yo le mostraba lo que había comprado, se trataban de unas pequeñas bengalas de las cuales, al encenderlas, brotaban chispas de colores.

Al tomarla, él empezó a correr por el jardín agitando su más reciente adquisición.

Voltee y noté como Amaia tenía una pequeña sonrisa al ver a su hermano.

—Gracias, no creía que tendría una noche divertida —dijo.

—¿Ha ocurrido algo? —pregunté, en tono más serio, cuando el pequeño se alejó.

—Tommy no ha querido ir a la escuela estos días y hoy su maestra llamó porque se había escapado del salón —comentó Amaia—. Al menos no salió de la institución sino que solo se escondió cerca de la cancha de fútbol pero, igual causo revuelo.

—¿Te ha dicho porque lo hizo? —pregunté.

—Es travieso como cualquier niño, sin embargo, estas semanas se lo ha visto más apagado —comenta Amaia—. Además, extraña mucho a mamá. El mes pasado, ella tuvo un mal periodo por lo que Tommy  no pudo ir a visitarla hasta ayer y eso lo inquietó.

Anhelos ArrebatadosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang