Capítulo 31

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Halloween 

Amaia, 19 años

—¿Aún quedan arañas? —preguntó Julian.

Busqué dentro de la caja pero, no encontré ninguna.

—Se terminaron —dije y observe alrededor—. Creo que son suficientes, solo falta colgar las luces naranjas y habremos terminado.

Estábamos en la tienda terminado de arreglar el lugar por Halloween, otros negocios lo habían hecho con días de antelación, no obstante, la señora Bill tenía una actividad especial para la fecha.

La tienda solo tenía esta temática el 31 de octubre para que los clientes que llegaran pudieran buscar un objeto oculto en la decoración, este año era un esqueleto en miniatura. Cuando me contaron la idea, pensé que sería fácil, sin embargo, el local era inmenso y la señora Bill nos tuvo a Julian y a mí trabajando todo el día anterior en las decoraciones; había telarañas, calabazas, fantasmas, brujas y duendes colgados alrededor de todos los escaparates. El premio consistía en una tarjeta con una suma bastante considerable para que pudiera comprar lo que quisieran del bazar.

—Será muy difícil que alguien encuentre mi escondite —dijo Julian, él había sido el encardado de esconder el esqueleto—. ¿Algo más que desee, capitán?

Sonreí ante su pregunta.

—Nada, señor vampiro.

Otro detalle era nuestro vestuario: la señora Bill había insistido en que ambos utilizáramos algún disfraz.

El mío era de una pirata mientras que Julian había decidido ser un vampiro; se había maquillado para aparentar una piel más pálida y yo lo ayude a colocarse sombras negras y moradas alrededor de los ojos para complementar su disfraz.

—¿No utilizaras los colmillos? —pregunté.

—No, me dificultan hablar, a menos que quiera balbucear en frente de los clientes, en lugar de asustarlos los haré reír —dijo—. ¿Y tú sombrero?

—Aquí esta —dije y lo cogí para ponérmelo.

En ese instante, la señora Bill junto a su esposo entraron.

—Ha quedado increíble, gracias chicos —dijo el señor Manuel mientras miraba alrededor—. Y sus disfraces también.

Julian y yo agradecimos al unísono, sin embargo, la señora Bill seguía observando todo a detalle, tal como acostumbraba.

—Deberían poner más luces y quitar un par de arañas, esto se parece más a un zoológico —dijo.

—Iré a buscar las luces a la trastienda —dijo Julian.

—Retirare las arañas —dije.

Me disponía a hacerlo cuando la señora Bill me detuvo.

—Antes de eso, aquí están los dulces para los niños, necesito que estés en la puerta para repartírselos y recuerda solo uno por niño —dijo.

—Lo haré.

—Por hoy sus turnos son hasta las nueve, compensando que mañana Julian y tu tendrán libre —dijo.

—¿Y cuándo limpiaremos esto? —pregunté.

—Siempre contrato a otras personas para que lo hagan, consideró que ya ha sido suficiente para ustedes.

—Gracias —dije, arreglar todo el lugar había sido pesado, quitarlo habría sido igual o peor.

La tarde avanzó hasta que llegó la noche, varios niños, jóvenes e incluso adultos llegaron, todos estaban en búsqueda del preciado objeto, no obstante, Julian tenía razón cuando dijo que lo había escondido bien pues, no fue hasta más allá de las ocho que alguien lo encontró.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now