Capítulo 19

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¿Qué más podría pasar?

Amaia, 18 años

Las semanas posteriores al entierro fueron extrañas, había días en los que una especie de tranquila normalidad se apoderaba de mí y podía hacer todo lo que tuviera planeado en mi día, por el contrario, había otros en los que lo único que me apetecía era quedarme en mi cama y llorar mientras recordaba a mi amiga.

Lo que si sabía era que había establecido una monotonía, cuando no estaba llorando, me sumía en un extraño estado en el que pasara lo que pasara, viera lo que viera, hiciera lo que hiciera, conversara con quien conversara, era incapaz de sentir algo.

Me pasaba la mayor parte del tiempo en mi casa, haber terminado el bachillerato había sido un alivio, así ya no tenía que obligarme a interactuar más de lo que quería. El resto de mis amigos habían organizado numerosas reuniones a las que jamás fui, el último evento al que asistí fue a mi acto de graduación debido a que era obligatorio pero, no fui a la fiesta que realizaron después. Desde el accidente, las fiestas me parecían un infierno.

Alguien abrió la puerta de mi habitación y al levantar la vista observé a Tommy, quien sujetaba su peluche de dragón.

Me incorporé y me refregué los ojos para quitar todo rastro de lágrimas.

—¿Vendrás conmigo? —preguntó ilusionado.

Su pregunta me extraño, hice un esfuerzo por recordar y me di cuenta de que hoy iría a jugar con uno de sus amigos.

—No puedo, Tommy.

—Ya no haces nada conmigo —se quejó.

Iba a replicarle cuando, mi padre apareció en el marco de la puerta.

—Tú hermana no ha estado bien —dijo papá—. Hay que darle tiempo.

Lo mire agradecida, sin embargo, Tommy no quería dejarlo pasar.

—Nadie está bien —dijo—. Mamá tampoco se siente bien.

Él semblante de papá mostro preocupación, no obstante, lo disfrazo de forma rápida con una sonrisa tranquilizadora.

—Thomas, sabes que mamá está enferma —dijo—. Necesita recuperarse.

—¿Cuánto tiempo tardará? —preguntó—. La quiero otra vez.

—Pronto, hijo —prometió mi padre, a pesar de que nadie tenía idea de lo que pasaría con ella.

Otro tema que me tenía preocupada y no me dejaba dormir era la salud de mi madre. Hasta ahora la gripe y la tos no se habían detenido, el medico dijo que debido a la impresión y el haber llorado por mi amiga provocó que la enfermedad se fortaleciera por lo que le había recetado nebulizaciones y mantener reposo. Lo importante era evitar que desarrollara pulmonía.

—Ahora, porque mejor no me esperas en la sala para llevarte con Mark —indicó papá—. Amaia también nos acompañara.

Aquello hizo que negara con mi cabeza.

—No quiero ir.

—Solo dejaremos a Tommy —explicó—. Tienes que inscribirte en la universidad.

Había olvidado aquello, consulte en el calendario de mi teléfono y vi que esta era a la última semana para matricularme. Tenía que ir hoy si no quería quedarme sin cupo.

—Ya los alcanzó.

Me dirigí al baño para lavarme la cara, al verme al espejo noté la hinchazón y el tono rojizo de mis ojos por lo que al volver a mi habitación, busqué mis lentes y me los puse en un intento de disimularlo.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now