Capítulo 20

18 0 0
                                    

Reencuentros inesperados

Amaia, 19 años

Un año y ocho meses, ese era el tiempo en el que no había visto ni hablado con Leo.

Estaba paralizada, no podía creer que lo tenía en frente; tantas veces que había fantaseado con aquel momento y ahora que estaba sucediendo, lo único que sentía era una extraña mezcla entre enojo y recelo.

Solo había podio pronunciar aquella pregunta y el silencio se extendió hasta que él decidió romperlo.

—Sorpresa —susurró mientras alzaba sus brazos.

Esa simple palabra hizo que reaccionara y lo mirara a los ojos.

—No estoy para juegos, ¿Qué quieres?

—Primero, aquel pedazo de pastel —dijo y señaló el postre de vainilla.

Aquello solo incrementó mi enojo. Al parecer, él se dio cuenta, porque de forma rápida aclaró.

—Te pagaré, lo prometo.

—Tómalo y vete —mascullé, su actitud no hacía más que incrementar mis ganas de darle un golpe.

¿Cómo era posible que después de todo lo que pasó lo primero que se le ocurriera fuera bromear?

Recogí mis cosas y me dispuse a salir del stand, no obstante, él me detuvo.

—Amaia —susurró—. Lamento lo de hace un momento, fue algo estúpido.

—Bueno, al menos lo reconoces.

Nos quedamos en silencio, aquello se estaba volviendo cada vez más incómodo por lo que empecé a jugar con la correa de mi bolso para distraerme.

—¿Te pintaste el cabello? —preguntó extrañado.

Solté un resoplido.

—¿No nos vemos desde más de un año y eso es lo primero que me preguntas?

—Lo siento —dijo, por su expresión, parecía en realidad apenado.

—Era mucho trabajo mantenerlo bien cuidado, prefiero el mío —respondí.

Leo nunca había visto mi cabello natural, no recordaba si le había comentado que era castaño.

—¿Vas a tu casa? —preguntó, tras unos segundos.

Asentí.

—Bien, queda cerca de la mía, podemos ir juntos —sugirió e hizo una pausa para echarme un vistazo—. Claro, si tú quieres.

A ese punto, solo quería irme a descansar, sabía que tarde o tempano volvería a toparme con él así que, a pesar de querer huir, tenía que afrontarlo.

—Vamos.

Dicho eso emprendimos nuestro camino, no dijimos nada durante varios minutos, notaba que mantenía una distancia prudente por lo que no pude contenerme y a pesar de mi enojo, volteaba de forma ocasional para así, poder detallarlo mejor.

Había crecido unos cuantos centímetros, su cabello estaba más corto y el rostro más marcado, lo que quedaba de aquella pequeña cicatriz en su ceja izquierda solo era una marca blanquecina y sus ojos seguían teniendo esa tonalidad azul oscura.

Si Leo notó que lo observaba, no me lo hizo saber, iba mirando hacia el frente con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo y con una expresión tranquila.

La verdad era que dolía tenerlo cerca, quería reclamarle tantas cosas pero a la vez, sentía que si lo hacía, volverían los recuerdos de esas semanas de frustración en las que me desvivía por averiguar qué había pasado. Había trabajado para intentar olvidarlos puesto que, no fueron para nada agradables y también porque de alguna forma, lo asociaba con todo lo que vino después. Creía que la presencia de Leo cambiaría mi vida, sin embargo, fue su partida el detonante principal para que las cosas cambiaran.

Anhelos ArrebatadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora