Capítulo 35

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Anhelos arrebatados

Amaia, 19 años

Existen ocasiones en las que por más problemas que tengas, una cosa positiva es tan significativa como para eclipsar todo lo malo.

El regreso a casa de mamá provocó aquello.

Hace unas semanas, papá me había comentado que la salud de mi madre no era la mejor, no obstante, la última vez que la visité, pude notar un semblante distinto en ella. Su piel no se veía tan lívida, sus ojeras habían disminuido y como coincidía en llegar a la hora de su cena, la noté animada mientras terminaba todas las porciones que había en su plato.

Era una buena señal.

Sin contar lo feliz que era al haber vuelto a pasar tiempo con Leo y que gracias a él pude pasar un momento de diversión con mi hermano, lo cual, era algo que valoraba mucho. En ese momento sentía que al fin las cosas se estaban aclarando y tendríamos aquel respiro que desde hace tiempo deseábamos.

Había pedido permiso para faltar al trabajo. No sabía si me lo darían pues, pensaba la señora Bill me diría un discurso eterno sobre no evadir responsabilidades, no obstante, cuando se lo consulté solo asintió y me regalo unas flores para dárselas a mi madre.

Observé mi reloj y vi que eran las siete de la mañana, durante la noche no había podido dormir mucho, sin embargo, la emoción era mayor por lo que no me sentía cansada.

Me levanté con una gran sonrisa en mis labios, fui hasta el armario y busque un atuendo bonito. Rebusqué hasta dar con mis antiguos vestidos y opte por uno color celeste. Una vez vestida, me arreglé el cabello, haciendo ligeras ondas para luego atar con un lazo parte de mi cabello.

—Hoy será un buen día —decreté frente al espejo.

Salí de la habitación y me dirigí a la cocina para desayunar. Al ingresar, vi a Emma.

—Buen día, señorita —saludó—. Se la ve radiante.

—Hola, Emma —saludé—. Hoy vuelve mamá.

Ella soltó un grito de sorpresa y de inmediato una sonrisa se formó en sus labios.

—Es una gran noticia, debemos recibirla por todo lo alto.

Asentí eufórica.

—Así es, quiero hacerle una fiesta sorpresa —comenté mientras untaba mantequilla sobre mi tostada—. Debo ir al centro a comprar todas las decoraciones.

—Si quiere puedo hacerlo —se ofreció.

—No, quiero encargarme yo —dije—. Por cierto, sabes que te adoro pero, ¿Qué haces aquí?

Era sábado por lo tanto, Emma tenía su día libre.

—Olvide mi cartera, pero en serio si necesita ayuda puedo quedarme —insistió.

Le sonreí mientras negaba con mi cabeza.

—No te preocupes, estaré bien.

—Está bien, salude a la señora de mi parte, ya la veré el lunes —dijo y tomo un pequeño bolso que estaba sobre la encimera—. Adiós y disfruten de su celebración.

—Lo haremos, cuídate Emma.

Ella salió de la cocina y unos segundos después escuché como abría y cerraba la puerta principal. Cogí mi teléfono y empecé a hacer una lista de lo que necesitaría; globos, serpentinas, dulces que eran la debilidad de mi madre y un pastel de fresas que era su favorito.

Terminé mi desayuno y fui en busca de dinero y una cartera para guardar todo. Tommy había ido la noche anterior con papá por lo que ellos pasaron la noche en el hospital y vendría ya con mamá.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now