Capítulo 9

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Iridiscencia

Amaia, 17 años

Durante la cena, no pude evitar pensar en la nota de Leo.

Aquella noche en la que vino a mi habitación había sido la única vez en la que salía con él a esa hora.

Al principio no le tomé importancia pero, con el pasar de los días, empecé a quedarme despierta hasta tarde con la esperanza de que volviera a buscarme. A pesar de que pasábamos mucho tiempo juntos, me había gustado la experiencia; el salir y no sentir nada más que la presencia del otro resultaba acogedor.

Estaba inquieta y emocionada, nunca había estado tan ansiosa porque llegara medianoche.

—Amaia, ¿Te pasa algo? —preguntó mamá.

Elevé mi cabeza con rapidez y mi tenedor cayó de forma brusca sobre el plato.

—No, nada —respondí mientras me acomodaba los lentes, había olvidado sacármelos cuando estaba trabajando en mi habitación.

Mamá me observó dubitativa.

—Como veo que no has dejado de mover la rodilla durante toda la cena —indicó.

No había sido consciente de que había hecho ese gesto, aquello solo me pasaba cuando estaba nerviosa y mamá lo sabía. Traté de adoptar una postura más serena y deposité una de mis manos sobre mi regazo para evitar el movimiento.

—No es nada, es solo que me molesta la venda en la rodilla —me excusé.

Mamá no parecía muy convencida, aun así, no insistió.

—Antes de acostarte, no olvides desinfectarte la herida, recuerda que...

La frase quedó suspendida por un ataque de tos, mamá tomó una servilleta y se puso de pie para ir al baño.

La seguí con la mirada al igual que papá y Tommy.

—¿Mami está enferma? —preguntó mi hermano.

Papá volteó hacia su hijo y le revolvió el cabello.

—Solo tiene un pequeño resfriado, ya se repondrá.

Aquello pareció calmar a Tommy pues, volvió a centrarse en su comida, sin embargo, a mí no se me escapó el gesto de preocupación en el rostro de papá. Después de unos minutos, ambos continuaron comiendo, por mi parte, solo me dediqué a revolver lo que quedaba en mi plato ya que, la repentina salida de mamá hizo que aumentara el nudo en mi garganta.

Cuando Tommy terminó, papá lo acompaño para que se cepillara sus dientes, por lo que empecé a recoger los platos para lavarlos.

Solo me faltaba enjuagar un vaso cuando mamá volvió a la mesa.

—Vaya, todos han terminado —dijo y pude notar que su voz estaba más ronca que antes debido a la tos.

—Mamá, ¿estás bien? —pregunté.

Ella me regaló una sonrisa tranquilizadora.

—Es el clima, ya verás que en unos días estaré mejor —dijo con cariño y se dedicó a terminar su comida.

Aquello me tranquilizó, solo debía ser un mal estacional.

Dejé el vaso sobre la encimera y me apresure a tomar asiento a su lado para acompañarla.

—Hoy vi a Melissa en el centro comercial —comentó mamá.

Aquello me sorprendió.

—¿Estas segura?

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now