Capítulo 30

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Cumpleaños

Amaia, 19 años

Pasaron cerca de dos semanas hasta que invité a Leo a casa. Estábamos en una situación diferente, nos habíamos mantenido más en contacto a través de mensajes pues, mi universidad demandaba mucho tiempo al igual que mi trabajo en el bazar. Además, él estaba en casa de su hermana por lo que solo habíamos hablado un momento cada noche.

En ese instante, estaba terminado de revisar un documento para mandarlo a imprimir y poder presentarlo. Me recliné sobre mi asiento y me quité los lentes para guardarlos en su estuche y descanse durante unos minutos.

Después, inspeccioné mi habitación, la había limpiado en la mañana debido a la visita de Leo. Podría haberlo recibido en la sala, no obstante, estaba ocupada y el jardín no parecía una buena opción en vista del clima frío y el cielo gris que indicaba que caería lluvia en cualquier momento.

Me acerqué a la mesa de noche y recogí todos los envases y fundas de golosinas que había comido, abrí la puerta para dirigirme a la cocina, no obstante, al ver la sala, tuve una agradable sorpresa.

Tommy estaba riéndose mientras jugaba con dos compañeros de su escuela. Era divertido verlos corretear alrededor de la mesa intentado atraparse los unos a los otros.

—Tienen tanta energía, ¿no es así?

Por estar tan concertada, ni siquiera noté la presencia de mi papá.

—Pensé que estarías en el trabajo —dije.

—Terminé antes de lo esperado, estaba por salir para visitar a tu madre. ¿Quieres venir?

—No puedo, Leo vendrá en unos minutos —respondí—. Más tarde los acompañaré.

Mi papá asintió.

—Me alegra que mis hijos se dediquen a más actividades, no cambiaremos nada con una actitud pesimista —dijo papá—. ¿Cómo han sido tus primeras semanas en el bazar?

Él siempre nos incitaba a realizar más cosas además de lo académico; salir a caminar, practicar algún deporte o asistir a algún evento de la ciudad. Su objetivo era que buscáramos algo que nos divierta, a pesar de que al principio no estaba seguro de mi trabajo en el bazar, con el paso de los días había notado que me hacía bien, si bien tenía más responsabilidades, eso ayudaba a que me mantuviera enfocada y no había interferido con mis estudios.

—Ha salido bien, la señora Bill aún sigue vigilando cada cosa que hago pero sus correcciones han disminuido —dije—. Además, me agrada estar allí.

—Me alegra escuchar eso, Amaia.

—¿Qué hay de ti? —inquirí—. Hace tiempo que no te veo salir con amigos.

—En mi caso es más complicado —respondió—. Las jornadas laborales son extensas y cuando llegó a casa solo deseo descansar.

—Lo entiendo, solo no olvides que tu salud es igual de importante —le recordé.

Él asintió y al verlo noté varias arrugas que se habían formado alrededor de su rostro, desearía poder decir que se debía a risas y alegrías, no obstante, eran el reflejo del estrés.

—Como te dije, me mantendré sano, lo prometo —dijo—. Creo que es mejor me vaya, nos vemos en la noche.

—¿No llevarás a Tommy? —pregunté, recordaba que él había insistido en querer pasar más tiempo con mamá.

—Esta con sus amigos y por otro lado... —hizo una pausa y bajó el tono de su voz—. Tu madre no ha estado muy bien en estos días y no quiere que Tommy se asuste. Aún es muy pequeño para entender.

Anhelos ArrebatadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora