Capítulo 38

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25 de diciembre

Amaia, 20 años

Era mi cumpleaños.

Cumplía 20 años.

Tommy me había despertado con un pequeño cupcake de chocolate y un dibujo que había hecho de los dos, fue una hermosa manera de empezar el día. Después de eso, fui a arreglarme.

Al salir a la sala, Emma y papá también me felicitaron. Debía destacar que se mostraron sorprendidos al ver que mostraba entusiasmo, estaban acostumbrados a que rechazara cualquier tipo de celebración, en especial esa.

Al terminar de desayunar, pensé que todos iríamos al hospital para pasar con mamá, no obstante, papá tenía que terminar algo de su trabajo y para mi sorpresa, Tommy quiso esperarlo, por lo que me dijeron que pasara la mañana con ella y luego ellos irían. Fue extraño, hasta parecía que tenían prisa porque me fuera.

No le tome mucha importancia, pues aquello era una oportunidad perfecta para platicar con mi madre, hace tiempo que había un tema que deseaba compartir a solas con ella, por lo que salí de casa y tome mi bicicleta.

Al llegar al hospital, ingresé sin ningún problema y cuando estaba frente a la habitación de mamá, tomé tres respiraciones profundas y abrí la puerta.

Ella estaba despierta y sentada sobre su cama mientras observaba por la ventana. Al escucharme, volteo y sonrió.

—Pero si es mi niña cumpleañera —saludó.

—Hola, mamá —dije mientras me acercaba para abrazarla.

Ella me estrecho en sus brazos y me dio varios besos en las mejillas.

—¿Cómo has estado? ¿Qué tal el día?

—Normal, papá y Tommy vendrán en la tarde —dije—. Mamá quiero hablar contigo.

Si dejaba pasar más tiempo, era probable que me acobardara. Por su parte, mi madre me observó expectante.

—Claro hija, ¿Qué ocurre?

—Bueno, hoy es mi cumpleaños y siento que es momento de hacer ciertos decretos, no deseos —dije—. Desde que enfermaste hay temores que siempre están presentes, momentos en los que me quiebro y lo único que quiero es volver a la familia que éramos antes, hay instantes en los que sentía que ya no podía más y eso me enojaba porque pensaba que no tenía derecho de sentirme así porque tú, papá y Tommy la tenían más difícil, por lo que empecé a sentirme mal por sentir y eso no estaba bien, solo me destruía.

»Sé que tu diagnostico siempre será incierto y habrá buenos, malos y peores días, sin embargo, quiero empezar a trabajar en sobrellevarlos, dejar de fantasear con lo que pudo haber sido y aceptar mi realidad para vivir con ella. No me malentiendas, la esperanza de que existan más días buenos siempre estará pero ahora, quiero trabajar en manejar mis emociones. Papá me habló de una nueva psicóloga, creo que es momento de verla.

Al levantar la mirada, observé a mi madre llorando, yo también tenía lágrimas sobre mis mejillas. Ella cogió mis manos y las estrechó.

—Amaia, eres el amor de mi vida y todo lo que sientas que te hará mejorar, tienes mi apoyo —dijo—. Como madre también es frustrante tener que someterlos a este desbalance en sus vidas, lo que menos quiero es que tengan que fingir por mí, todos estamos en este barco y nadie debe callarse nada sino, buscar el apoyo en los otros. Te amo, hija, gracias por contármelo.

—¿No estás enojada?

—Por supuesto que no —dijo—. Como te dije, no importa lo delicada que sea mi situación, siempre estaré dispuesta a escuchar todo lo que me quieras decir.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now