Capítulo 16

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La llamada que nunca llegó

Amaia, 17 años

—¡Thomas! —grité enojada.

Salí de mi habitación y subí de forma rápida las escaleras para llegar a la habitación de mi hermano.

Al llegar, abrí su puerta y lo encontré acomodando sus peluches.

Mala señal.

Él solía ponerse a arreglar sus cosas cuando sabía que había hecho una travesura.

—Thomas, ¿Has visto mi maqueta? —pregunté.

Él levanto la mirada y me observo de forma inocente.

—No.

Coloqué mis manos sobre mis caderas y lo miré con desconfianza.

—Dime la verdad —exigí.

Él se removió incomodo mientras jugaba con sus manos.

—Thomas, necesito esa maqueta, ¿La has visto? —insistí.

Él agacho la cabeza y señalo con un dedo debajo de su cama.

Intrigada, me acerqué y me arrodillé para ver debajo del lugar que me había indicado mi hermano.

Allí estaba mi maqueta.

No entendía porque la había metido ahí, hasta que la saqué y observé en lo que se había convertido.

—Thomas, ¿Qué hiciste?

—Solo quería jugar —respondió en voz baja.

Lo que era una representación de mi colegio, ahora se había convertido en una mezcla entre cartón manchado de pintura negra y rayones hechos con marcadores fosforescentes. Los edificios que había hecho con tanto esfuerzo estaban destruidos, lo único que se salvaba era la base de madera.

—Thomas, tengo que presentar esto en dos días —dije exasperada.

Me había tardado más de una semana, incluso papá me había ayudado y había comprado materiales extras que no había en mi ciudad. Recuerdo que a mi hermano le había gustado mucho y quería llevárselo por lo que le dije que se lo daría cuando lo calificaran, no cuando él quisiera.

—¿Qué pasa aquí?

Al parecer, mis gritos se habían escuchado hasta la planta baja, por lo que mi padre apareció en el umbral de la puerta.

Volteé a verlo, indignada.

—¡Mira lo que hizo!

Papa frunció el ceño al ver la maqueta destruida.

—¿Tú has hecho esto, Tommy? —preguntó.

Solté un resoplido.

—Claro que él lo ha hecho.

Papa me dedico una mirada severa y se acercó a mi hermano.

—Thomas —exigió.

Mi hermanito asintió.

—Ya te he dicho que no juegues con las cosas de tu hermana, a menos que ella te lo permita —lo reprendió.

—Si —susurró.

—Discúlpate con ella.

Thomas se acercó a mí, con esfuerzo baje mi mirada y lo observé.

—Lo siento, Amaia —Se disculpó—. No lo volveré a hacer.

—Eso dices siempre.

Papá carraspeo, ese era su método, si el otro se disculpaba había que aceptarlo. Solté un suspiro, a pesar de lo que había hecho, sabía que no podía guardarle rencor a ese pequeño.

Anhelos ArrebatadosWhere stories live. Discover now