Capítulo 29

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Cambios

Amaia, 19 años

Era lunes, lo cual significaba que debía ir al bazar de la señora Bill. Julian me había llamado para avisarme que tendría que hacer un día de prueba para ver si estaba capacitada para el puesto.

Mientras me observaba en el espejo, repase mi atuendo; Julian no había especificado si tenía que seguir algún tipo de etiqueta por lo que llevaba unos pantalones negros y una camiseta sencilla de color blanco. Una vez que di el visto bueno a mi aspecto, me até el cabello en una coleta alta y cogí mi cartera. Estaba lista.

El camino era más corto que a la universidad, atravesé un par de callejones en los que se encontraban la mayoría de locales comerciales de la ciudad y me detuve frente al edificio color celeste, allí estaba el bazar.

Deje estacionada mi bicicleta y una vez que puse el seguro, ingresé al lugar.

El bazar seguía tal como lo recordaba. Hace años, mis padres me traían para comprar regalos cuando me invitaban a fiestas ya que, el lugar tenía de todo. Si necesitabas el regalo perfecto, este era el sitio correcto.

Mientras avanzaba, encontré a Julian, quien al verme sonrió mientras dejaba sobre el mostrador la caja que tenía en sus brazos.

—Bienvenida, compañera —saludó.

—Hola, Julian.

—La señora Bill vendrá en un minuto, está buscando algo en la trastienda —dijo.

—¿Me hará una entrevista? —inquirí.

—No lo creo, solo te dará indicaciones —dijo—. Por ser el primer día estará encima de ti todo el rato.

Al ver mi cara de susto, aclaró.

—No te preocupes, el trabajo no es muy complicado —dijo, restándole importancia—. Solo presta mucha atención a sus indicaciones y no las olvides.

—Lo tendré en cuenta.

Me disponía a preguntarle más sobre los dueños, cuando escuché el grito de alguien enfadado.

—¡Que haces holgazaneado!

Voltee y vi que trataba de una mujer mayor, de estatura baja, con el cabello blanco y vestida con un sweater negro y pantalones a juego. La reconocí de inmediato, era la señora Bill.

A su lado se encontraba quien asumía era su marido, en todos los años que vine, nunca lo había visto.

—Alicia, ya ha terminado en la bodega, dale un respiro —dijo el señor con paciencia.

—Por darles tantos permisos es que ningún empleado hace lo correcto y tengo que despedirlos —dijo—. Manuel, mejor llévate al muchacho a que te ayude con las cajas que acaban de llegar.

El señor Manuel negó con su cabeza e hizo una señal a Julian para que lo siguiera. Al parecer, mi amigo ya estaba acostumbrado a esa clase de escenas por lo que tenía una pequeña sonrisa en sus labios.

—Enseguida voy pero, antes de eso —dijo—. Ella es Amaia, la chica de la que les hablé.

—Buenas tardes —saludé.

El señor Manuel me sonrió mientras que, la señora Alicia me observó durante unos minutos.

—Te conozco —dijo al terminar su análisis.

—De pequeña venia mucho con mis padres —expliqué.

—Eso es, jamás olvido la cara de un cliente —dijo—. Bien, vamos para explicarte lo que tienes que hacer.

Anhelos ArrebatadosOnde histórias criam vida. Descubra agora