Capítulo 8: Las mentiras tienen patas cortas

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Lavanda pasó el día trabajando con el Top 5, ayudando a la gente a reconstruir sus hogares y sobre todo, a calmarse. Intentó utilizar el nuevo poder que había aprendido con Dabeb, el de hablarles a los ojos y convencerlos de lo que ella decía. Órdenes sencillas, que la ayudaron a trabajar más fácil. Funcionó solo algunas veces, pero le sirvió de práctica.

Había sido un día agotador. Pasarían la noche en la Base 1 de Siasca, no volverían a su casa, pues mañana sería otro largo día de ayudar a los ciudadanos en la capital. Además, ya les había llegado la notificación de que cinco nuevas motocicletas los aguardaban en el Cuartel General, una para cada uno y de un color distintivo.

Sus compañeros no tardaron en caer en un sueño profundo, estaban exhaustos. Pero ella no lo hizo, todavía le daba mucha curiosidad leer el diario de su padre. Lo sacó de su bolso y alumbrada solo con su celular, comenzó a leer la última misión de su padre en la Nación Villana como espía, lo último que había escrito:

"Existen en la Nación Villana dos grandes clanes que llevan años de rivalidad entre sí. El Clan de hielo, Glacio; y el Clan de fuego, Ignis. Ayer hubo un enfrentamiento terrible entre los dos clanes, una masacre. Al ejército villano, en donde yo estaba, le encomendaron detener esa guerra civil. Nadie conocía la causa de por qué se había desatado tal guerra. Por lo que me propuse averiguarlo.

Con mis poderes no me fue muy difícil: el conflicto se debía a un amuleto mágico que ambos clanes querían poseer, ambos se creían dueños legítimos del objeto, ambos creían que el otro clan los había traicionado.

Cuando llegamos con el ejército villano, ya era tarde. Eso fue parte de mi plan, retrasarlos. Como seyren, nos convenía que los villanos se destruyeran entre sí. Apenas llegamos al clan Glacio, donde había tenido lugar la pelea, solo encontramos destrucción. Me apresuré a buscar el amuleto, que ninguno de mis compañeros villanos sabía de su existencia. Lo hallé, pero estaba hecho pedazos. Logré apropiarme de varios de esos relucientes pedazos de cristal mágico y frío sin que los villanos lo notaran.

Ahora estoy viajando de nuevo hacia mi Federación Seyren. Les mostraré el cristal, no soy científico, pero estoy seguro de que es muy valioso, tanto como para que varios villanos perdieran sus vidas en un enfrentamiento. Les he enviado un mensaje encriptado, quieren verlo cuanto antes.

Ya he llegado. Estoy ansioso. Me esperan en el laboratorio secreto subterráneo. Nadie sabe que existe, solo confían esa información a los más altos rangos seyrens. Me siento afortunado. Espero que sea un gran descubrimiento, que traiga prosperidad a la Federación y a mi familia. Espero algún día poder hablar de todo esto con mis hijos. "

Ahí terminaba todo, no había más. Las lágrimas rodaron por las mejillas de Lavanda. Entonces... ¿su padre no había muerto en la Nación Villana, en manos del enemigo, como les habían hecho creer todos estos años? Claramente acababa de leer que había llegado sano y salvo con ese amuleto a la Federación Seyren... entonces... ¿dónde estaba su padre? ¿Por qué no había vuelto? Acaso... ¿habría muerto en la Federación Seyren? ¿Cómo? Gozaba de perfecta salud... quizá... ¿asesinado?

No podía ser... ¿o sí?

¡Esos malditos habían mentido! ¡Les habían mentido a toda la Federación y a su familia! Diciendo que había muerto en acto de servicio, los habían llenado de condecoraciones honoríficas y habían prometido trabajos de prestigio asegurados para su esposa y sus hijos... y todo había sido mentira...

Envuelta en llanto, sin saber qué más hacer, volvió a intentar con todas sus fuerzas comunicarse telepáticamente con Rain, aunque sea quería advertirle sobre los nysyrgs que irían a atacar su Nación. Había visto con sus propios ojos lo peligrosa que era esa cosa.

Escuela de Villanos [3]: Año de descubrimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora