Capítulo 10: ¡Por la Federación!

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La Supervisora General, Lumes, viajaba con su escolta hasta Cintof. Tenía que arreglar ella misma un problema que se había desatado allí y, de paso, revisar con sus propios ojos el ejército con el que contaba.

Llegó al recinto de peones y entró, también escoltada, a hablar con el Director, que tenía un problema para contarle.

—Es el villano –le explicó—, se está empezando a rebelar. Pero ese no es el principal problema, sino que está alentando a los otros peones a hacer lo mismo. Esta tarde casi hacen un motín, se niegan a ir a luchar contra los villanos.

—Es un peligro –intervino Tom—, no nos será útil, es más bien una carga. Yo digo que nos deshagamos de él.

—¡Tom! –exclamó el director—. Has visto sus poderes, si estuviera de nuestro lado, tendríamos una gran ventaja.

Lumes los había estado escuchando muy seria, con las manos entrelazadas frente a su rostro.

—A ver –habló al fin—, mis poderes de convencimiento no funcionan tan fácil, me tomó semanas convencer a West de que se uniera a los seyrens. Sabíamos que sus poderes nos serían útiles, pero no si él no quería cooperar. Estuve hospitalizada por culpa del maldito de Volto, pero aún así estuve trabajando por semanas en la mente de West. Porque sería un bien para la Federación. Mis poderes tienden a funcionar a largo plazo si hago el tratamiento correcto, que creo haberlo hecho en la mente del chico. Ahora bien, por lo que me cuentan, parece que fueron ustedes quienes no siguieron mis recomendaciones. ¿Cómo lo han tratado en el recinto?

—Bueno, le hemos dado la mejor guitarra del mercado, y los mejores entrenadores –contó el director-. West parecía a gusto aquí hasta hace algunos días, no sé qué pudo haber cambiado.

El cabo Tom se animó a hablar:

—Puede que haya enviado a West al calabozo algunas veces.

Los ojos acusadores de la General Lumes y del Director del recinto se clavaron en él.

—Estaba siendo un insolente –se defendió Tom—, no podía dejarlo continuar sin castigo.

—Mira –habló después de un silencio la General Lumes—, a mí me tomó semanas trabajar con la mente de West y lo único que les pedí era que no lo hicieran sentir miserable, era todo lo que tenían que hacer. Es difícil convencer a alguien de que ser un peón es lo mejor que le pasó en la vida, incluso con mis poderes, si ustedes lo maltratan.

—No es maltrato –replicó Tom—, es enseñarle a respetar.

—Mira, Bob.

—Es Tom –corrigió él.

—Tom –corrigió entonces la Supervisora—, no había que enseñarle a respetar, ni nada a ese villano, solamente entrenarlo y hacer que quiera pelear para nosotros. Toma tiempo usar mi poder de convencer, tengo que cambiar estructuras mentales, antes estaba hospitalizada y no tenía nada mejor que hacer. Pero ahora, ahora soy la Supervisoria General, estoy muy ocupada, no puedo perder mi tiempo porque el imbécil de un cabo no ayuda con el plan, no tienes que hacer sentir miserable al villano. Lo dejé bien claro en las instrucciones del post tratamiento. –Lumes se agarraba la cabeza, preocupada por cómo tendría que proceder ahora. Leyó en la mente de Tom las razones por las que había castigado a West—. Ni siquiera era algo grave, solo quería terminar su almuerzo. Quedas suspendido, Tom, por haber obrado en contra de los planes de la federación.

—¡Qué! ¡Yo solo estaba haciendo mi trabajo!

—¿No ves que le das motivos para pensar que es malo ser nuestro peón? –le explicó Lumes, perdiendo la paciencia—. Debíamos mantenerlo convencido, ¿qué parte no entiendes?

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