XXXIV

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Repentinamente sin que Felix o Daenerys lo notarán, el Ángel de la muerte aparece mágicamente en uno de los rincones de la habitación. Esperando con todo el tiempo del mundo a que el militar abandonara la recámara... Bueno, en realidad su paciencia no duró tanto y cuando contempló que era ahora cuando necesitaba hablar con Daenerys, temía porque Key no pudiera retener por mucho tiempo a Sehun.

— Detesto interrumpir su conversación. —habló Jaebeom tras carraspear con su garganta y caminar en dirección de los dos jóvenes, quienes se sorprenden ante la espontánea presencia del Ángel.— Daenerys y yo tenemos algo de que hablar, retírate por favor, Felix. —le pide amablemente a lo que el mencionado comprensivo, accede.

— Felix. —lo llama la castaña de forma alarmada antes de que el rubio saliera de la habitación. —Qué Sehun no se enteré... Por favor. —Ella lo mira suplicante y Felix asiente con una pequeña sonrisita en su rostro.

— Estás segura conmigo. —le asegura y después con cuidado, sale por una de las puertas de la recámara, dejándolos solos.

Jaebeom le dirige una mirada llena de incertidumbre a Daenerys, quizás algo inquieta también, pues no sabía si ella recordaba lo que había ocurrido entre ellos dos en el pasado. Permanece de pie a los pies de la cama.

— Vine en cuando fui informado. ¿Qué es lo qué ocurre? —le pregunta, fingiendo no saber nada. Prefería recolectar primero la información que Daenerys tenía.

Sin embargo, ella se remueve un poco en su lugar. Remarcando lo nerviosa que estaba, incluso insegura.

— Tú... Me mencionaste tiempo atrás que del único ser te había enamorado era de una Lartësi llamada Lorelei y que de contraer matrimonio con ella o cualquier otra podrías llegar a trascender... —habla ella recordando al pie de la letra las palabras que Jaebeom le había dicho. Daenerys todo este tiempo había estado mirando sus manos, pero ahora lleva sus grisáceas orbes al Ángel.— Digo esto... porque... Al-Algo ha ocurrido—relame sus labios—... ¿Me creerías si te digo que yo... soy... Lorelei?

Apenas soltó esa pregunta, la habitación se ve hundida en un silencio sepulcral, como si no hubiera ninguna alma en ella.

— Lo sé. —habla el pelirrojo después de un rato— Lo he sabido desde el primer momento que te conocí en esta vida.

La boca de Daenerys se entreabre.

— ¿Por qué... Por que nunca me lo dijiste? —le interroga un tanto ofendida.

— ¿Por qué sería mi obligación? ¿Acaso no vez el caos en el qué estás? ¿Por qué querría verte pasar por algo como esto? —le devuelve la pregunta él de manera indignada.

— Porque...—la voz de Daenerys pierde volumen —Creí que me habías hecho una promesa para esta vida. —continúa en un hilo de voz, causando que el rostro de Jaebeom se desencajara.

— ¿Tú... lo... recuerdas? —se le mira vulnerable, casi como si los recuerdos de la última vez que estuvo con Lorelei lo bombardearan.

Los ojos de Daenerys se llenan de lágrimas, pero no precisamente de nostalgia o un sentimiento encontrado. Era tristeza y obligación.

— Jaebeom, casémonos por favor. —soltó con todo el dolor del mundo. Fue lo más coherente que había pensando desde hace una luna atrás. — Sé que todo va estar bien si estás tú.

Pensó que aquello era la solución de todos sus problemas.

El Ángel miró detenidamente a la joven castaña, quien se miraba realmente destrozada y en un debate interno.

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