II

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[Morte]

Una bocanada escapó por sus rosados labios, miró completamente agotada a su madre desde por detrás de su escritorio.

— ¡Es una incoherencia, Daenerys! —su vista continuó fija en una pila de papeles que sostenía entre sus manos— ¿Qué quieres decir con "La llama de la vela pierde intensidad entre la oscuridad de la noche"? —La rubia algo brusca arroja aquellas hojas de papel contra el escritorio de su hija.

— Sabes que no soy yo quien lo escribe, madre. —le replicó la más joven cansada, apenas por voluntad propia intentaba mantener sus ojos abiertos.

— ¡No me importa que no seas tú quien lo escribe! ¡Pregúntale a ese demonio o lo que sea, que te dé una explicación!

— No es un demonio... —le corrige Daeny en un susurro.

— Lo que sea, explícame mi destino ahora mismo. —el dedo índice de la mujer pego repetidamente sobre el fino mineral del escritorio.

— No puedo. —aclaró su hija — Interprétalo a tu manera.

— Lo mismo... ¡Llevas diciéndome lo mismo desde que despertaste tu don! ¡Hace más de una década! Ni siquiera ayudaste en encontrar a Seonghwa...

Otra vez con lo mismo. Rodó sus ojos.

— ¡Él murió! Las letras hablan sobre una tropa de fantasmas, madre. No hay porqué continuar con la búsqueda. —alzó su tono de voz, causando que Calestine le viera ofendida.

— ¡No vuelvas a levantarme la voz, niñata! ¿Oíste? —la respiración de la rubia se vuelve pesada y un rubor intenso por la rabia cubre sus mejillas— ¡Me he esforzado tanto en criarte sin la ayuda de tu padre, dándote lo mejor de mí y tú..! No quiero verte, Daenerys. Te has vuelto una chica rebelde, jamás podrás convertirte en Lartësi.

Su hija al escuchar aquello dejó ir un suspiro y de mala gana se levanta de la pesada silla en la que se encontraba sentada, haciendo rechinar las patas de esta contra el suelo. Miró con rabia a su madre para pasar de ella.

— En fin nunca he querido convertirme en una. —clarifica en un murmullo audible para ellas dos, poco después el azotón de la enorme y pesada puerta se escuchó.

Calestine cerró sus ojos fuertemente y después peinó su larga y sedosa cabellera hacia atrás.

¿Que había hecho ella mal en criar a su hija? Ya no era un niña, era una chica madura capaz de tomar sus propias responsabilidades.

Reposó todo el peso de su cuerpo en una de sus manos ubicadas en un rincón del escritorio. Nuevamente prestó atención en la letra de su hija en aquellas hojas algo arrugadas. Su ceño se frunció al notar en la última hoja una cuenta regresiva. Los puntos suspensivos estaban encerrados dentro de un círculo con una tinta roja.

Lo que escribía Daenerys no tenía sentido,  lo que leían sus ojos y percebía sobre aquellas metáforas, no era más que una muerte trágica y en la cuenta regresiva siempre un número diferente dentro de un círculo...

Se sobre saltó al ver de reojo que alguien había puestos sus pies sobre el escritorio. Dejó ir un grito ahogado por tremenda y repentina aparición.

Incluso retrocedió unos pasos hacia atrás.

Un chico de cabellera negra, piel pálida, ojos hermosamente rasgados con unos lindos y carnosos rosados labios se encontraba sentado sobre la silla en la que hace pocos minutos Daeny se encontraba sentada. Su espalda estaba recargada plácidamente contra el respaldo de terciopelo de la silla, mientras sus piernas se encontraban estiradas y cruzada; una sobre otra por arriba del escritorio.

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