Capítulo 9: Más de una verdad

125 21 2
                                    

Felipe entró a mi casa luego de despedirme de Alejo. Era la primera vez que él iba allí. Miró cada espacio del apartamento con detenimiento. Pude haberle hecho un pequeño tour por el lugar, pero lo vi innecesario. Yo me mantuve quieta en una de las paredes hasta que le ofrecí asiento. Ambos nos situamos en el sofá. Yo más descansada y él mucho más tenso. Ni siquiera apoyó la cabeza en él.

—Bien... Supongo que no has venido aquí a ver mi casa. —Sonreí algo hastiada.

—Supones bien.

—¿Y a qué se debe la visita?

—Andrea me dijo que estuviste en casa. —Mi miró fijamente—. Al mismo tiempo que estuvo Javier —especificó.

—Sí, estuve. Me apetecía encontrar un poco de descanso y refugiarme allí.

—Vienes, te vas, vienes, te vas... Todo el tiempo así. Dices que quieres volver a nosotros y luego simplemente te mudas a un apartamento...

—Buscaba independencia. —Interrumpí.

—¿No has tenido suficiente independencia todos estos años?

—Felipe, yo...

—Eva. Sé que estabas en tu cuarto cuando subí con Javier. Estoy seguro de que escuchaste la conversación que mantuve con él. Segurísimo. Algo así no es un elemento que se te pase por alto a ti. Nos escuchaste.

—Sí, os escuché.

—Si le pregunté todo eso, fue...

—No tienes que venir a justificarte. —Volví a interrumpir.

—Eva... ¿La capital te ha hecho olvidar que no se debe interrumpir?

Lo preguntó tan tajante que me sentí regañada. Regañada por mi hermano menor. Un hermano menor que ya no era tan pequeño. Un hermano que estaba casado, que vivía con su mujer y que tal vez quisiera formar una familia en breve. Una familia. Como la que yo tenía. Como la que yo pude construir junto a Javier. Otra vez me volvió ese pequeño nudo en la garganta y en el estómago. Ese nudo que me impedía hablar y que me apretaba en las entrañas. Coloqué la mano en mi vientre intentando calmar esa tensión y le asentí en un gesto para que prosiguiese con sus palabras.

—Quiero respuestas. Quiero todas las respuestas que creas que puedes darme. Las quiero para entenderte. Porque creo que es la única manera que tendría de no estar sumamente enfadado contigo.

—No tienes derecho a enfadarte, Felipe. Este tema no te incumbe.

—Creo que tú no puedes decidir si esto me afecta o no tanto como para enfadarme. Te fuiste. Diez años. Pensé... Pensamos que te había ocurrido algo horrible. Pero lo cierto es que te fuiste, ¿verdad? Fue todo decisión tuya. Abandonarnos...

—Felipe. No creo que lo entiendas...

—¡Ya no soy el niño adolescente que conociste, Eva! Creo que puedo entender perfectamente todo, si me lo explicas.

—Yo... yo me fui, sí. Me fui pero no fue una decisión tan propia como crees.

—Entonces, ¿qué te pasó?, ¿qué te hicieron?

—Felipe...

—Eva. Por favor... Necesito saberlo —rogó.

—No puedo. —Agaché la cabeza—. Son demasiadas cosas. Dame tiempo. Te lo contaré en su debido momento.

—¿Tiempo?, ¿no fueron suficientes diez años?

—Felipe, me fui. Me fui yo. Por decisión propia, más o menos. Me fui porque ocurrió un... suceso. Estaba sumamente enfadada y asustada y... odiaba a todo el mundo. Solo quería desaparecer.

Ante tus ojosWhere stories live. Discover now