Capítulo 14: Todo lo que callamos

95 14 2
                                    

Alejo abrió los ojos de par en par. No dijo nada por unos segundos y yo añadí:

—Y lo utilicé para hacerle daño.

Me sentí la persona más horrible del mundo al haber pronunciado aquello. No porque no fuese verdad, sino por todo lo contrario, porque lo era. Porque yo había huido de mi pueblo para matar en vida a Javier. Para hundirle en sus sentimientos. Para hacerle sentir culpable. Por mí y por el bebé que llevaba en mi vientre. Necesitaba imaginarme su sufrimiento. Aquel día, dije esa frase y noté el arrepentimiento que uno siente cuando ha cometido un error. Jamás me había cuestionado el separar a un padre de su hijo. Jamás me había cuestionado lo que ocurrió luego de yo irme y... aquella mañana en la que Alejo apareció en mi casa lo experimenté.

Es una sensación horrible. Como un pellizco enorme en el vientre. Como una bola se crea en la garganta como un pensamiento intrusivo de a autodañarte. Abrí levemente la boca sin saber qué sería lo siguiente que iba a decir. Alejo seguía mudo. Sus ojos viajaban de un lado a otro de mi habitación como si pensase, como si atase cabos, como si estuviese intentando cuadrar todo en un pequeño esquema mental en el que todavía le faltaban incógnitas por desvelar. Yo respiré profundo y él solo rompió el silencio que tanto daño nos estaba causando.

—¿Él sabía que estabas embarazada?

—Sí. Solo él, Sergio y yo. —Asentí tímida.

Alejo me miró con los ojos de alguien que aún sigue confuso. Los entrecerró, tomó aire, lanzó algún que otro «pero...» que indicaba que continuaba buscando las palabras exactas que quería pronunciar para realizar una pregunta que le parecía más que complicada de formular.

—¿Y él no te vio cuando entraste?

Negué con la cabeza suavemente.

—Estaría demasiado ocupado como para notar mi presencia y yo ni siquiera me acerqué mucho. Sabía que era él. Tenía tirado por el suelo el traje de novio. Y el vestido de dama de honor estaba echado en el reposabrazos del sofá. Sé que era Laia porque el vestido de cada una de mis damas era diferente. Solo estaba el suyo, con un solo tirante y el de Rebeca, que tenía un aplique en forma de flor a la altura de la cintura. —Respiré hondo—. Eso es todo. Javier me engañó con Laia el día de mi boda y... solo ellos saben desde cuánto tiempo antes. Pero bueno. Eso no es algo que quiera pensar ahora. No he venido aquí por eso. Aunque ya no lo sé. No sé por qué he venido en realidad. Yo... yo quería hablar con Javier, pedirle perdón por separarlo de su hijo y hablar con Laia, aclarar lo que ocurrió aquel día y pedirle perdón por si también yo pude no ser una buena amiga.

—¿Viniste aquí para pedirle perdón a alguien que te engañó?

—Vine aquí para recuperar todo los que había perdido. Mi familia... La vida de antes... Javier... Fui yo quién le separó de su hijo. Consideré que... debía pedirle disculpas por eso. Una cosa es que él me engañase a mí o que me fallase como pareja y otra... Otra muy distinta es que él no conociese a su hijo.

—Pero... ¿y por qué a Laia? —achinó los ojos.

—Bueno... en realidad a Laia no quería tanto. Y menos después de saber que han estado bastante tiempo juntos y mira... se van a casar... Así que, algo bien iría. Pero bueno, supongo que por limpiar mi mente del todo. Le pinché las ruedas del coche y le rompí los cristales cuando salí de aquel piso. —Sonreí un poco.

—¡Oh... guau! —Asintió y sonrío—. Tal vez se lo merecían.

—Es posible que se lo mereciesen y que aún se lo merezcan. Pero no quiero seguir viviendo con la culpa. Han sido diez años odiándome, Alejo, y no quiero que sean otros diez.

Ante tus ojosWhere stories live. Discover now