Capítulo 18: Pedírselo a otro

76 5 0
                                    

Llamé a mi hermano Sergio por teléfono a la mañana siguiente. Después de todo lo que me había contado Alejo la noche anterior, apenas pude coger el sueño. Mi vida no había sido fácil todos estos años, pero, tal vez, la vida de Javier tampoco lo hubiese sido. Quizás estuve demasiados años huyendo de algo que no debí. ¿Javier un asesino? No podía creer que este pueblo hubiese puesto su punto de mira en alguien sin la más mínima prueba de ello. Aunque en el fondo no me sorprendía.

Aquella mañana estaba confusa y desesperada. Sergio no contestó mi llamada a la primera vez, sino a la tercera. Mientras efectuaba la última llamada pensé en ir a casa si no contestaba. Por suerte lo hizo.

—Dime, Eva. Estaba ocupado con el trabajo.

—Siento molestarte. Yo...

—¿Te encuentras bien? Tres llamadas seguidas indican que pasa algo grave.

—No sucede nada especialmente grave en realidad. Solo... quería hablar contigo de unos asuntos. ¿Estás solo y disponible?

—Sí, claro. Dime. —Escuché caminar a Sergio posiblemente hasta un lugar más alejado del que estaba—. Bien, ¿sobre qué quieres que hablemos?

—Necesito saber qué pasó hace diez años.

—¿Qué pasó de qué, Eva?

—Con mi hijo. Necesito saber qué hiciste con él.

—Eva... No puedo contártelo. Lo sabes.

Su voz se mostró distante y algo fría. Apreté los ojos aún con el teléfono en la mano y me tumbé en el sofá casi desplomándome sobre él.

—No voy a intentar nada. Solo quiero saber qué pasó con él, Sergio. Necesito saberlo.

—¿Para qué, Eva?, ¿para hacerte daño?

—Tú sabías a qué venía yo. Sabías que quería recuperar todo lo anterior.

—Eva. Te apoyé en esto y lo seguiré haciendo. Pero... Tú sabes que no puedo decirte dónde está.

—Sergio, ¿qué pasó con mi hijo?, ¿qué pasó luego de que te lo entregase?

—Lo di —pronunció sin ningún tipo de estado ni sentimiento asomándose.

—¿A dónde lo diste? —pregunté colocando una de mis manos sobre mi frente y masajeándola en pequeños círculos.

—Se lo di a una pareja que no podían tener hijos.

Hubo un silencio a ambos lados de la línea telefónica. Ninguno quiso decir nada. Ninguno habló ni intercambió más palabras de las que ya se habían dicho. Respiré hondo y estoy segura de que él escuchó mi respiración nerviosa. Intenté calmarme interiormente.

—Eva...

Fue lo poco que Sergio alcanzó a decir antes de que yo no pudiese controlar mi calma. Fue lo poco que logró pronunciar antes de que yo sintiese un dolor enorme en el pecho. Justo en el medio. Coloqué mi mano sobre él. Respiré entrecortado. Eché mi cabeza hacia atrás para tenerla completamente apoyada en el sofá.

—¿Lo vendiste? Sergio, ¿vendiste a mi hijo? —pregunté casi enloquecida.

—¡No! ¡Cómo crees! Simplemente, se lo di. Ellos querían tener hijos, no podían y... se lo di.

—¿Y no preguntaron de quién era?, ¿si era robado o algo?

—Confiaron en mí y ya. Eva... por favor...

—¿Dónde viven? —Cerré los ojos esperando a que su respuesta fuese clara y pudiese encontrar una parte de mí que había perdido por tatos años.

—Eva, no puedo.

Ante tus ojosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin