Capítulo 12: Tener buen ojo

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Ante la pregunta de Javier me quedé muda. ¿Cómo explicaba quién era Alejo?, ¿cómo le decía que estábamos saliendo? ¡Qué podía hacer en una situación como esa! Mis piernas estaban temblando. El silencio se impregnó en el ambiente. Miré a mi hermano y a Alejo. Javier se mantuvo firme en su pregunta. Alejo rompió aquel momento tan incómodo:

—Somos... Somos vecinos —especificó con voz queda.

—¿Y cómo es que estás por aquí? —me miró directamente a los ojos.

No podía hablarle. No podía expresar ninguna palabra. No se me había ocurrido nada antes y en ese momento aún menos. ¿Cómo contestaba a aquella pregunta?, ¿qué hacía yo allí? No tenía excusas. No las había. No podía salir de esta encerrona en la que me había metido yo sola.

—La hemos contratado para que ayude en los viñedos —contestó Sergio casi al instante.

—¿En los viñedos? —preguntó Alejo sin entender nada.

¡Cierto! Alejo tampoco sabía qué hacía yo allí. Alejo tampoco sabía que aquella era mi familia. Tampoco sabía que yo había estado con Javier, que fue mi prometido una vez y que yo era «Eva, la desaparecida».

—Sí. Nos va a ayudar en... —Sergio abrió los ojos rogando por un poco de ayuda de parte mía y de mi madre.

—Gestión. Yo soy de la capital. Ayudo en la gestión de un hotel y... Bueno... Ellos pensaron que sería bueno contratar a alguien también aquí que pudiese ayudarles con la...

—Sí. Con la gestión, contabilidad... cosas varias —corroboró mi hermano.

No me di cuenta de cuánto estábamos gesticulando y de lo poco creíble que parecíamos hasta ver la cara que ponía Alejo.

—Creía que ya teníais contable.

—Nunca sobran, Javier. —Sonrió mi madre colocando la guinda del pastel.

—Nos veremos mucho entonces —sentenció él.

—No tanto. No estaré todo el tiempo. Además, de momento estoy en periodo de prueba, a ver qué tal me sale —contesté rápido sin saber qué estaba diciendo.

No podía dejar de mirar a Alejo. Su cara no expresaba todo lo confuso y enfadado que estaba.

—Seguro que bien —animó.

—Sí, seguro —terminó Alejo en un tono algo sarcástico.

—Bueno, Sergio, ¿te parece si subimos al despacho y hablamos mejor esto? —preguntó Javier esperando continuar con su trabajo.

Yo me sentí salvada por una falsa campana que sonaba en mi interior. No fue cierto. No había tal salvamento. Yo estaba andando hacia el corredor de la muerte y me creía extrañamente salvada.

—Claro. Mi padre está dentro. Podemos reunirnos todos.

Mi madre asintió y los tres se alejaron de nosotros, preguntando antes si íbamos con ellos. Alejo se disculpó diciendo que debía mirar un par de elementos en el coche y yo alegando que ya me iba. Ni yo me iría tan pronto, ni Alejo se había olvidado nada en el auto.

—No sé cómo no pude darme cuenta de que esta era tu casa. Torres Pérez, no falla. —Aplaudió una vez y empezó a andar hacia los aparcamientos.

—No surgió decírtelo —aclaré.

—Entiendo. No surgió. —Anduvo hacia la salida a la vez que levantó los hombros.

—Alejo...—Intenté alcanzarle.

—¿A Javier también le has mentido o es de él de quien te escondes? —preguntó parándose en seco y girándose para mirarme.

—No me preguntes eso. —Entrecerré los ojos y agaché la cabeza.

Ante tus ojosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang