Capítulo 21: Todos tenemos secretos

58 8 0
                                    

Me fue imposible no emocionarme aquella noche. La estampa que contemplaba ante mis ojos fue demoledora. Una tierra que se me asemejaba infértil junto a un hombre que lloraba la pérdida de alguien a quien parecía que aún quería. Una tierra que no daba el fruto deseado frente a una mujer que no había sido la persona que todos esperaron. La garganta y la boca me parecían haberse vuelto secas de repente. No me salían las palabras. Al menos no las adecuadas. Respiré profundo mientras Javier continuaba revisando el paisaje. Y sentí todo mi cuerpo temblar. Temblar como temblaba aquellos años en los que Javier y yo fuimos novios. Sonreí sin controlar las facciones de mi rostro y, después, me sentí muy indefensa al hacerlo. Si Javier fuese algo más desconfiado... Si, tal vez, fuese algo más perspicaz, se daría cuenta. Confiaba en que algún día él solo se daría cuenta. Confiaba en que, en algún momento, él volvería a mirarme y lo haría sabiendo quién soy en realidad.

Javier movió su cara hasta mí. Sonrío pequeño ocultando el labio superior por la inmensidad de su labio inferior. Yo miré directamente a sus ojos, pero no vi nada. No había tal cosa. El Javier que conocí no estaba detrás de aquellas pupilas. Me mantuve seria cara a cara frente a él. Sus ojos se agacharon y sus labios se separaron hasta tornarse menos expresivos, menos enfáticos. Tragó grueso en la garganta y respiró algo intranquilo. Por algunos segundos casi pasó por mi cabeza pensar que tal vez acabase de vislumbrar algo de luz. Que posiblemente acabase de caer en la cuenta de que extrañamente me parecía a la que fue su prometida. Alzó su mano suavemente y la posó en mi mejilla derecha. Abrí los ojos de par en par y me erguí más de la cuenta. Todo mi cuerpo estaba gritando por un poco de paz. Todo mi cuerpo se había posicionado en la secuencia de ataque. Estaba preparada para huir si era necesario. Mis pies se hundían en la tierra, algo movediza, pero se hacían hueco para retomar la marcha a toda prisa si fuese necesario.

Él no quitó su mano de mi rostro por varios segundos que se extendieron en el tiempo como un elemento elevado al infinito. Mis ojos siguieron a los suyos. Frente a frente. Cara a cara de manera directa tras diez años. Entreabrí la boca para coger el poco aire que apreciaba en aquella noche. La luna continuaba dibujando y desdibujando su rostro. Como un lienzo de luces y sombras. Como el alma de un ser humano: verdad y mentira, público y secreto, externo e íntimo... Su tacto fue tierno. Quizás demasiado. Mis ojos llegaron a mostrase rendidos ante su amenaza. ¿Por qué el cuerpo sigue reaccionando a texturas antiguas?, ¿por qué seguimos reconociendo aquel olor, aquel gesto del pasado?, ¿por qué nuestra cabeza sigue relacionando el presente y el pasado provocando en nosotros una cascada de recuerdos cada vez que algo hace saltar las alarmas?

—Me pareces alguien extraño, Marta.

Respiré profundo, algo entrecortada y casi llegué a afirmarme que Javier tenía pleno conocimiento de mi verdadera identidad. Sus dedos no se apartaron de mi pómulo. Yo dejé que no lo hiciera. La gravedad, aquel día, se me hizo más pesada que nunca. Como si fuese la primera vez que estaba tan pegada al centro de la Tierra, a lo más profundo de ella, sintiendo todo su calor. Mi cuerpo ardía y no era solo por el miedo a ser descubierta.

—Como si... Como si me entendieses cuando te hablo. Como si lograses ver mi interior con solo poner tus ojos en mí.

—Hemos experimentado circunstancias dolorosas. Quizás sea eso —Alcancé a decir.

Javier asintió y permaneció en silencio unos segundos.

—Marta, a veces pienso que cualquiera desearía estar con alguien como tú. No te será complicado encontrar a quien te quiera. Parece fácil hacerlo.

Soltó mi cara mientras no dejaba de mirarme. Mis pulsaciones comenzaron a parecerse al reloj antiguo que tenía mi madre en el salón. A aquella aguja que marcaba el segundero. Respiré profundo pretendiendo controlar algo que se desbordaba por todas las partes de mi cuerpo. Di un paso y me posicioné peligrosamente cerca de Javier. Sus ojos dibujaron un triángulo sobre mi rostro. Primero, miró a uno de mis ojos; luego, al otro y, finalmente, posó los suyos en mi boca. Entreabrí los labios con ansias de esperar lo que parecía un acto inmediato. Mis brazos, los cuales cayeron desplomados a ambos lados de mi cuerpo, cobraron vida y mis manos recogieron su mandíbula. Las suyas abrazaron mi cintura en su parte más alta. Y su frente se pegó a la mía. Pronto nuestra respiración se compaginó y logramos calmar nuestros órganos vitales. Cerré los ojos y recordé sus labios de antaño: suaves, tersos y húmedos... Los sentí viajando por los míos por un par de segundos. Los suficientes como para recordar la forma un par de minutos más. Abrí los ojos, pero su rostro continuaba suficientemente lejos del mío. Aparté mi frente de la suya y deshice mi enredo. Sus manos cayeron por su propio peso deslizándose por mi cuerpo hasta caer en el vacío.

Ante tus ojosWhere stories live. Discover now