Capítulo 17: Otras realidades

69 6 3
                                    

Después de aquella discusión, regresé a mi casa y seguí reproduciendo en mi cabeza todas y cada una de las palabras que Alejo me había dicho. Este hombre siempre me ponía a prueba. Siempre me hacía pensar de más, meditar de más y nublarme de más. Arreglar la situación con Alejo se volvía aún peor. Pensé en no volver a hablarle nunca más, en cambiarme de edificio, en alejarme de él para siempre, pero... No podía. No podía mantenerme lejos de él. Se había vuelto demasiado importante para mí como para sacarlo de mi vida tan rápidamente y sin sentir dolor.

A la noche siguiente, estaba asomada a los ventanales del salón cuando le vi llegar por la calle. Me coloqué los zapatos y salí al rellano. Bajé las escaleras y le intercepté justo cuando abría la puerta del portal. Me quedé muy quieta allí. Me coloqué en medio de las escaleras, prohibiendo que subiese. Al verme en tal postura solo cerró los ojos, los volvió a abrir al par de segundos y resopló moviendo la cabeza hacia uno de los lados para evitar mirarme de más.

—Tienes que escucharme —pronuncié calmada.

—No tiene caso, Eva. Estoy algo cansado. Vengo de trabajar. Déjame subir. —Entrecerró los ojos suplicante.

—Sí lo tiene. Aún tengo que contarte más cosas y quiero que me escuches. Anoche insinuaste que yo podía estar contando la historia que más me conviene. Bien. Pues escúchala completamente y juzga tú mismo.

—Eva, no quiero seguir escuchando. Al menos, no hoy. Estoy especialmente cansado. No sé qué cosa de cría has hecho tú hoy, pero yo he trabajado.

—¿Mirando tierra o  pintando? ¡Me imagino lo cansado! —contesté irónica.

—Se acabó. —Alejo presionó más su cuerpo intentando subir.

—Espera, espera. Lo siento. Lo siento. —Paré con ambas manos su cuerpo—. Es que lo dices como si tuvieses veinte años más que yo —me quejé.

—Pues los cuatro años que te llevo me han enseñado algo más que a ti. De eso estoy seguro. —Intentó retirarme con brusquedad de la escalera.

—Me estás haciendo daño. Puedo llamar a la policía y denunciarte por esto. —Abrí los ojos más de lo normal y él comenzó a reír—. ¿De qué te ríes?

—De nada. Déjame pasar, anda. Yo sí que puedo denunciarte por prohibirme la entrada a mi domicilio. —Levantó su cabeza y sonrió.

Ahí volví a ver a ese Alejo que conocí al principio de esta historia. Ahí estaba él: escondido detrás de esa sonrisa. Supe en ese momento que podía tirar de ahí para que me perdonase por completo. Para acercar posturas, aunque fuesen como confidentes. Yo estaba completamente nublada y no sabía qué elección tomar ni qué hacer, pero al menos le tenía a mi lado. Al menos, él estaría ahí si le necesitaba. O eso pensé yo en aquel momento.

Entones sonó su teléfono y retrocedió hasta salir del portal con él pegado a su oreja. No escuché qué hablaba o con quién hablaba porque no quise moverme de las escaleras. Al entrar volví a suplicarle que me dejase explicarle algunas cosas y cedió sin más insistencia.

—Está bien. Vamos a tu casa. —Movió la cabeza hacia la derecha en un gesto leve indicando que comenzase a andar.

Subimos las escaleras, yo primero y él detrás. Aún así no me fiaba mucho. Consideraba que en cualquier momento se podía escabullir e irse a su casa Y entonces perdería la oportunidad de hablar. Abrí la puerta, pasó el primero. Soltó unas bolsas que llevaba encima y nos sentamos en el sofá.

—¿Qué quieres contarme? —preguntó nada más posar su cuerpo en la estructura.

—He pensado en aquello que me dijiste sobre que la gente como yo era la que rompía el amor —expuse algo vergonzosa.

Ante tus ojosWhere stories live. Discover now